lunes, 30 de diciembre de 2013

Cinco años

Y de repente, una mañana te levantas y decides que ya está bien de callar, de fingir, de esconder tus deseos y de renegar de tus fantasías, y asumes que vas a ir a por lo que hace tanto tiempo sueñas, y te convences de que no es malo y de que tienes derecho a descubrirlo. Sabes, porque la experiencia es un grado, que es posible que no sea tan bueno como imaginaste. Eres consciente, porque ya tienes una edad y te conoces muy bien, que tal vez cuando lleves tu imaginación a la vida real no sea lo que esperabas, pero aún así has de vivirlo. Temes, porque eres viciosa y así te reconoces, que el tema te “enganche” tanto que pueda ser perjudicial para ti, que entres en un bucle del que luego no puedas ni quieras salir.


A momentos la pereza te invade…. Tú que lo controlas todo, a estas alturas vas entrar en un mundo nuevo del que no sabes nada. Siempre has odiado ser principiante, la novata, desconocer, ignorar y tener que discernir de quién puedes aprender, a quién puedes escuchar. Empiezas a buscar información, lees, te empapas, intentas instruirte, pero también sabes por experiencia, que en ocasiones la teoría es interesante pero luego poco tiene que ver con la práctica, así que optas por dejar de leer, una vez conocidas las bases que rigen ese modo de vida. De repente te asustas al caer en la cuenta de que necesitas una pareja para jugar a esto. Después de tantos años sola, haciendo tu santa voluntad, sin dar cuentas a nadie y sin compartir vas a lanzarte a caminar en compañía. Días y días reflexionando, decidiendo, calibrando, valorando los pros y los contras. Sabes que una vez hayas tomado una decisión nada te hará dar marcha atrás, pero ser consciente de ello también te hace pensar en la posibilidad de un fracaso, de una desilusión. Justo ahora que por fin has encontrado el equilibrio, que te sientes bien, que vives relajada y feliz, pretendes meterte en una historia de la que tal vez salgas perjudicada. 



De pronto recuerdas la facilidad que tienes para hacer que todo parezca más difícil de lo que es en realidad y te das cuenta de que no es tan complicado, de que, una vez más, si no sale bien pues no ha salido. Reconoces para tus adentros que estás acostumbrada a ello, que llevas la mochila bien cargada de éxitos y fracasos y que uno más ni aligerará su peso ni lo incrementará tanto como para que no puedas soportarlo. Se te ocurre que esta vez podrías utilizar un poco el sentido común y poner barreras de protección, tal vez de esta forma te sientas más segura para lanzarte. Y pasas ya no días, sino semanas, creándote ese escudo. Barreras? Quién dijo barreras? Levantas uno tras otro varios muros que no derrumbaría un tsunami.



Y al final una mañana observas que ya hace varios meses desde aquella otra mañana en la que empezaste a valorar la posibilidad de llevarlo a cabo, y como siempre haces, ese día determinado ve a saber por qué, porque las estrellas se han puesto en fila india, porque luce un sol veraniego y sólo acaba de empezar la primavera, porque algo te ha hecho sentirte hoy más rebelde que nunca, olvidas todas tus elucubraciones, te miras al espejo y te dices a ti misma…. “Nena, eres sumisa, y vas a disfrutar de ello”. Y te lanzas, y abres la puerta a un mundo desconocido, y te integras en él, y te gusta lo que lees, y te gusta lo que observas, y te gusta lo que aprendes, y por fin admites que no, aún no eres sumisa, pero estás en el camino para serlo. Levantas la cabeza y empiezas a recorrerlo...



De todo eso ahora hace cinco años. Cinco años en los que ha habido pocas desilusiones, algunos desencuentros, muchos momentos gratificantes y unos cuantos maravillosos. Se derrumbaron los muros, rompiste con prejuicios y temores, disfrutaste de todas y cada una de las experiencias vividas y nunca, en ningún momento, te has arrepentido de abrir esa puerta por la que ahora sabes que nunca volverás a salir.



Este es mi homenaje a la mujer que hay detrás de Anastasia porque es cierto que hace exactamente cinco años que decidió entrar en este mundo, y no sé si por el BDSM, por las personas que en él ha encontrado, por lo que ha conocido o por lo que aún le queda por conocer, en este tiempo ha crecido mucho más que en los últimos 40 años… Pero el mayor homenaje lo tiene ganado porque sin duda ahora sabe hacer algo que antes no tenía ni idea de cómo llevar a la práctica… ahora se quiere.



Anastasia ©

29.03.2008

Orgullo

En ocasiones me pregunto cómo puede cambiar tanto tu perspectiva de las cosas escuchar una voz, un susurro, una caricia. Cómo puedo sentirme vacía a la vez que invadida por la tristeza, y de repente decidir comerme mi orgullo, hacer una llamada y que la melancolía se evapore y el vacío se llene de alegría y de ilusión.

En estos momentos me planteo qué habría sido de mi vida si hubiera tenido esa actitud tiempo atrás. Cuántas cosas habrían sido diferentes si hubiera hecho aquella llamada, si hubiera ofrecido una disculpa a tiempo, si hubiera dado a otros la oportunidad de disculparse, si mi orgullo no me hubiera impedido recular tantas y tantas veces que en mis adentros sabía que estaba equivocada o, como mínimo, que no era para tanto.

No lo he perdido del todo, que nadie se confunda, nací orgullosa y orgullosa moriré, pero con el paso de los años he aprendido a dosificarlo, a usarlo sólo cuando realmente es imprescindible o cuando lo que está en juego no es realmente importante. Ahora sé que si hubiera valorado más lo que perdía que mi amor propio, posiblemente no me hubiera alejado de personas que realmente tenían mucho valor para mí... pero a la fin también sé que en ese caso ahora no estaría donde estoy de modo que no me arrepiento, porque ésa es mi vida y ésa es mi historia, aunque sí sé que no me volverá a suceder, y hoy he podido comprobarlo.

En fin, como decía Bécquer, "¡Lástima que el Amor un diccionario no tenga donde hallar cuando el orgullo es simplemente orgullo y cuando es dignidad!"... porque mira que es jodidamente difícil diferenciarlos.

Anastasia ©
23.03.2008

Una clase práctica

(Es necesario explicar, para el buen entendimiento del relato, que cuando se habla de los "hielos" se hace referencia a palos de hielo hechos en molde, de un grosor aproximado de un centímetro y una longitud de unos 20 centímetros. Las "pilas" se refieren a un TENS, aparato eléctrico para aplicar corrientes)

Se conocían hacía ya mucho tiempo. Ella una sádica en ciernes, siempre dispuesta a aprender, a descubrir, a evolucionar, a avanzar y él la estaba guiando en nuevos caminos. El, didáctico, instructivo... masoquista? No lo creo, sólo entregado al bienestar de quien ya era su Dueña. El no disfrutaba del dolor, disfrutaba del placer que su dolor le otorgaba a Ella. Horas y horas hablando a través del Messenger, conociéndose, estudiándose, aprendiendo el uno los gustos del otro y apoderándose Ella poco a poco de la voluntad de él. El esperaba, rogaba, casi suplicaba un encuentro real, pero ella prolongaba la espera, era perfeccionista, quería que esa sesión no tuviera fallos, quería regalarle su fantasía pensando que, sin duda, se la había ganado con su adoración, con su entrega, y ése y no otro sería su premio. El agradecía la demora. Era consciente de que su ansia y excitación no dejaban de agradar y halagar a su Ama y eso era lo único que pretendía, que en todo momento se sintiera orgullosa de su perrito y satisfecha con lo que él estaba dispuesto a ofrecerle. Siempre un paso más adelante, siempre un poco más de esfuerzo…. más dolor.

Finalmente el día llegó, acordaron verse una mañana soleada y calurosa. El pasó a recogerla, nervioso, tenso, temeroso, tal vez. Sabía que Ella no tendría límite, que le exigiría más y más sin dudarlo, sin importarle lo más mínimo el dolor que le pudiera causar, y le asustaba la perspectiva de saber que se lo daría, pidiera lo que pidiera, para Ella no había nunca un no.

Ella, por el contrario, estaba relajada, tranquila. Sabía que él estaba en sus manos, y sabía que no haría nada que pudiera ponerle en peligro, igual que era consciente de que él disfrutaría de todo lo que tantas veces había soñado y eso le daría su pertenencia absoluta, ya no habría dudas de que el perrito era suyo y siempre estaría a sus pies.

El trayecto hasta la casa de él fue silencioso, apenas cruzaron algunas palabras, la emoción y los nervios llenaban el ambiente, cada uno sumido en sus pensamientos, él intentando imaginar lo que le esperaba, Ella negándose a pensar en la sesión que deseaba que fluyera libremente, sin planes, sin estrategias, sin cálculos.

Llegaron a la vivienda y nada más cruzar la puerta, ambos tomaron sus posiciones y se introdujeron en sus roles. Ella le miró con desprecio y le ordenó desnudarse. El, obediente y sumiso, acató la orden.

Todo lo que necesitaban estaba dispuesto sobre una mesa. Alcohol, productos mentolados, otros irritantes, una sonda uretral, un tens con su respectivo mando y un cuenco. Sonriendo y mirándole a los ojos, Ella le informó de que le había llevado un regalo. El, expectante, esperaba mientras su Ama lo sacaba del bolso. Enseguida pudo ver de qué se trataba, un bote que contenía su primera orina de la mañana, la cual vertió amorosamente en el cuenco mientras él le agradecía el detalle.

Colocó el cuenco en el suelo y se sentó en el sofá esperando que él fuera a beberla, lo cual hizo con fruición, después le llamó a su lado. El se sentó observándola, sin saber qué podía esperar… a ella le encantaba esa mirada temerosa, le gustaba saber que le tenía en sus manos.

Ve a buscar un hielo, perrito.
Grande o pequeño, mi Ama.
Grande y astillado, por supuesto –dijo ella, con una bailona sonrisa en su rostro-

El fue a la nevera y volvió con un palo de hielo en sus manos, se lo entregó como quien entrega un valioso tesoro; con ese afilado trocito de agua congelada se entregaba él mismo, se ponía a su disposición para hacerla feliz.

Ella, con un ligero temblor apenas perceptible en sus manos, cogió su pene y empezó a introducir el palo en su uretra. Despacio, mirándole a los ojos, notando como el hielo se iba deslizando a lo largo del miembro, como sus aristas rasgaban el interior, viendo en la expresión de él las sensaciones que eso le producían. Una vez introducido por completo, taponó el orificio y dobló el pene para que el palo se rompiera por la mitad. El gesto del perrito, absolutamente hipnotizado por la situación, reflejó un ligero dolor. Ella siguió rompiendo, el hielo se partía entre sus manos, la sensación era increíble, y él gemía, observaba su pene y la observaba a ella, disfrutando con su placer. 

Otro, perrito.

El no se hizo repetir la orden, se levantó y prestamente regresó con otro palo de idéntico tamaño al anterior y lo depositó en las manos de su Señora.

Ella repitió la operación, éste era más largo y él sujetaba su pene con fuerza en su base bloqueando el paso. Ella se dio cuenta del truco y le obligó a apartar la mano…

No hagas trampa, perrito
Si sigue más abajo, puede clavarse en el esfínter y provocarme una lesión.
Y eso no deberías habérmelo dicho antes? Tú eres el experto aquí, yo sólo estoy aprendiendo.
Sí, mi Ama –respondió él avergonzado-
Pagarás ese error.

Acto seguido empezó a romper de nuevo el hielo con más fuerza que antes, sin piedad, sin compasión, él merecía ese castigo por haber puesto en juego su integridad física y eso era algo que ella no podía perdonar.

Sin dejarle descansar, le ordenó ir a por otro hielo.

Después del tercer hielo, su pene empezaba a gotear sangre mezclada con el agua. Ella, sonriendo cínicamente, le miró acariciándole con sus ojos.

Cariño, eso hay que curarlo, hay heridas y no quiero que sufras una infección.
Sí, mi Ama
Bien, trae la sonda y el alcohol y aprovecha para beber algo, debes tener la boca seca.

El se puso de nuevo a cuatro patas y se dirigió al cuenco donde bebió más orina, después cogió en la mesa el alcohol, una jeringuilla y la sonda uretral. Se sentó a su lado nuevamente, introdujo la sonda, absorbió unos 2 cm. de alcohol con la jeringuilla y depositó ésta en la entrada de la sonda, ofreciéndosela con esa mirada que a ella tanto la excitaba. Miedo, excitación, dolor se entremezclaban en sus ojos. Ella tenía que acariciarse, estaba húmeda, caliente. Colocó su otra mano en la jeringa y empezó a masturbarse al tiempo que inundaba el pene de alcohol. El gritaba, daba saltitos, resoplaba, ella gemía, frotaba, presionaba su clítoris. Necesitaba más.

Más alcohol, perrito.
Sí, mi Ama.

Nuevamente repitieron la operación, ella estaba al borde del orgasmo, los gritos y lamentos del perrito no hacían sino excitarla más y más. Le ordenó ir a buscar otro hielo, extrajo la sonda y de nuevo lo rompió dentro de él. Ahora el pene estaba sumamente sensible, había llegado el momento de las pilas y así se lo indicó.

El, obediente, se colocó la sonda conectada al mando. Le explicó a ella el funcionamiento, éste sube la intensidad, éste marca el tiempo de repetición de las descargas, y se lo entregó.

Ella empezó a jugar con el mando, subía despacio la intensidad, sabía bien como funcionaba y sabía mejor aún el efecto que quería conseguir. Deseaba darle dolor pero también pretendía controlar su eyaculación. Inició su trayectoria a partir del 3, dejó que se acostumbrara y subió al 4, un par de minutos y al 5. Llegados a este punto, empezaba a sentir auténtico dolor y tenía que calmárselo. Le ordenó que se arrodillara y le señaló su coño empapado instándole a comerlo.

Mientras él comía ella seguía jugando con el mando, continuaba subiendo y bajando, permitiendo que se acostumbrara a una intensidad hasta cambiarla por otra que él nunca sabía si iba a ser superior o inferior. Cuando marcaba el 8 él tenía que alejarse, le castañeaban los dientes, era tan hermoso ver como la miraba aterrorizado, temiendo que continuara hasta el 9, pero al mismo tiempo agradecido y satisfecho cuando veía aquella expresión de relax y placer en el rostro de su Ama.

Y mientras, Ella no era capaz ni tan siquiera de gozar. Su goce estaba en la entrega de él, había aprendido a obtener un placer mental incomparable al placer físico, no necesitaba un orgasmo en su sexo para disfrutar, sólo necesitaba tener el poder y sentir la devoción de su perrito para sentirse satisfecha y plena, lo cual consiguió cuando varias veces subió del 7 al 8, del 8 al 9 y nuevamente hacia abajo, hasta conseguir que él gritara “eyaculo, mi Ama, no puedo pararlo”… había aprendido, le había dado lo que quería y se sentía bien. Aun no se atrevería a llamarse Dominante, pero sí sabía que estaba en el camino correcto para llegar a serlo.

Anastasia ©
21.03.2008

Guía de bolsillo para la “insumisa” novata (o como hacer feliz a tu Amo no siendo nunca un felpudo)

Esto va a ser criticado con ganas y sólo espero que alguno de los que lo critiquen tengan el valor de darme a mí su opinión para que pueda rebatirla, en lugar de comentarlo por detrás como ya han hecho en otras ocasiones.

Vaya por delante, por si hasta aquí llega algún desubicado, que esta guía está escrita en función de mi forma de vivir el BDSM. Lo de la “guía” lo digo en tono de humor pues lo único que me interesa es exponer y compartir mi opción. De ningún modo pretende ser una Biblia para nadie ni a nadie intento convencer de que ser rebelde es mejor que ser dócil. Cada persona es un mundo y cada uno vive sus relaciones BDSM a su manera. Todas, absolutamente todas las formas de vivirlo, son lícitas y respetables, siempre que estén fundadas en el consenso y el respeto mutuo, y en base a ese pensamiento no creo que existan usos y maneras correctos o incorrectos, simplemente existen cientos de formas, exactamente tantas como relaciones.

Esta, simplemente, es la mía. Porque me nace así, porque así soy, y porque así se han ocupado de que siga siéndolo, siempre los Dominantes a los que he tenido el orgullo y el honor de pertenecer, fomentándolo y disfrutándolo.

1.- Primera lección

Un apunte que me parece importante: nunca se debe confundir la insumisión con no ser sumisa, y cuidado que la línea es muy fina y fácil de atravesar sin darte cuenta. El fin de la insumisión no es putear a tu Amo. No es agotarle ni mucho menos decepcionarle. La insumisa necesita la felicidad de su Dueño y está a sus pies para dársela, pero le exige un poquito más de lucha porque lo que se obtiene con esfuerzo es mil veces más gratificante… y en este caso lo es para ambos, no lo dudéis.

2.- Ser tú misma

Vital, imprescindible, innegociable. Me arriesgaré a la quema en la hoguera, pero debo decir que este aspecto debería ser común a sumisas e insumisas. Nunca dejes de ser tú misma. Tu Amo te modelará, te guiará, te hará avanzar y crecer como mujer y como sumisa, pero nunca te cambiará ni tú permitirás que lo haga. Le enseñarás a valorar tus defectos como si fueran virtudes y cambiará sus perspectivas sin darse cuenta, sólo por el orgullo que le representará tener a alguien tan íntegro y seguro a sus pies.

3.- El pendoneo

Todos sabemos que la fidelidad es, si cabe, más necesaria en una relación BDSM que en una relación vainilla. Si tu entrega es absoluta y total, como debería ser llegado el momento oportuno, ni te pasará por la cabeza la idea de servir a otro Amo ni tan siquiera de ponerte a sus pies “un poquito”, por mucho morbo que te pueda provocar ni por mucho que el caballero pueda gustarte. Tú tienes Dueño y eso es algo que no olvidas ni permites que nadie olvide.

No obstante, lo que no hace daño a nadie es jugar, tontear, golfear o coquetear, llámalo como quieras. Eso sí, siempre escogiendo con cuidado a las personas adecuadas, gente de tu círculo habitual, las personas que son conscientes de tu condición y que son capaces de seguirte la broma sin llegar nunca a faltarle el respeto a tu Amo. El, sin duda, si se trata de un Señor lo suficientemente seguro de sí mismo (lo que es de esperar en el caso de un Dominante), se enorgullecerá al ver que su perra causa admiración y respeto al mismo tiempo. Aunque posiblemente después te castigue por ser una golfa, pero eso es precisamente lo que nos gusta, siempre que sea de buen rollo, no?

4.- El uso de la palabra “no”.

Si bien no es aconsejable abusar de ella, acostúmbrate a usarla de vez en cuando. No se trata de negarse a todo, ni por supuesto a la mayoría de cosas que se te ordenan. No se trata de ser más insumisa que ninguna, se trata solamente de darle vidilla al asunto. Si tu Amo te conoce bien (como debería ser siempre) en ocasiones te pedirá que hagas cosas que no te gustan. Esas son las órdenes a las que él espera que te niegues y ésas son precisamente a las que no debes negarte. Sorprender, siempre sorprender.

5.- El trato

Para mí una de las situaciones más tentadoras para demostrar mi insumisión está, al margen del famoso “no”, en el trato que doy a mi Amo. Escribir esa palabra en minúsculas, cuando por propia iniciativa, matizo, siempre he considerado que es señal de respeto escribir la A inicial en mayúsculas; tutearle en algún momento si siempre le hablo de usted; llamarle por su nombre o utilizar apelativos como “cariño”, “cielo”, “churri”, en medio de una sesión… (churri es la mejor, sin duda) es fantástico. Además no deja de ser curioso ver los esfuerzos que llega a hacer para no reirse y conseguir poner el semblante serio necesario para poder castigarte.

6.- Quejas y protestas

Ponte por un instante en su piel. Qué gracia tiene darle 20 azotes a alguien y no escuchar ni un quejido. Dónde está el morbo de castigar a una persona y que ésta reciba su castigo con una sonrisa en los labios? Acertaste, ninguna gracia, ningún morbo, ningún interés. Aunque repito, tampoco es aconsejable abusar. Hay momentos en los que se enorgullecerá de tu resistencia, tu fortaleza y tu aguante; momentos en los que se sentirá satisfecho de tus avances y tu crecimiento, pero no olvides que también le gustará descubrir que es capaz de seguir enseñándote a superarte, que aún existen límites por romper.

Una queja, un “creo que ya no aguanto más”, un puchero suplicante para que decida no llegar a los 50 que te prometió. Frases como “porfi aleja la vela que quema mucho” (imprescindible el “porfi), “más pinzas? pero si ya llevo 100!!!!!!”, “esta postura me está destrozando las rodillas”, “verás mañana las agujetas”… o la mejor, cuando lleva dos horas haciéndote un bondage soltar.. “esto… mi Amo, tengo pis”, no tienen precio. Lo que no aconsejo bajo ningún concepto es gritar "me hago piiiiis", desatarte tú misma y salir corriendo. Cuidado, repito, siempre sin abusar. Siempre en el momento apropiado, cuando le veas receptivo a ello, porque en caso contrario le mosquearás en serio, y con razón, y entonces el castigo no será de los que nos gustan (hablo por experiencia).

Y hasta aquí llego, que como guía inicial ya está bien, tampoco os voy a contar todos mis secretos. A partir de esta base cada una de vosotras lo podéis adaptar a vuestra forma de ser y actuar, y lo que es más importante, a la forma de ser de vuestro Amo. Nosotras sabemos lo que les place y lo que no, lo que van a aceptar y lo que no van a pasarnos. Lo que tolerará, lo que les motivará y lo que puede provocar que os den vuestra libertad, de modo que sed prudentes, estudiadles bien y calculad con certeza el resultado que pueden provocar cada uno de estos movimientos, recordando siempre ser vosotras mismas, disfrutar al máximo y hacerles disfrutar a ellos.


A los Amos: entenderé que no volvais a hablarme y que les prohibais a ellas hablar conmigo, aunque también lo entenderé si alguno quiere hacerme un monumento.

Anastasia ©
08.03.2008

Superando límites

Ese fin de semana iba a ser especial. Mi Amo venía a visitarme, tenía por delante dos días enteros para disfrutar de él, de nosotros, de mi entrega y de todo lo que era capaz de ofrecerme cada vez que nos veíamos.

Curiosamente me había citado en un hotel. No quería pasar esos dos días en mi casa. Me dio una dirección y una hora a la que debía acudir. Sus instrucciones eran claras: te desplazarás hasta allí en transporte público, vestirás únicamente zapatos de tacón, liguero, medias y corsé, te colocarás las bolas vaginales y te cubrirás con la gabardina corta que te regalé. Melena al viento y maquillaje discreto. Cuando oí esas palabras un estremecimiento cruzó mi estómago. Aquella gabardina me iba ligeramente estrecha, sólo me cerraban sin problemas los botones centrales, mientras que de los inferiores y superiores algunos no llegaban a cerrar y otros lo hacían a duras penas, por lo que según que movimientos provocarían que se abrieran o, lo que era peor, que saltaran. No obstante no puse impedimento alguno. Últimamente me había mostrado demasiado rebelde e independiente y era consciente de que un acto más de insumisión me llevaría directamente a la libertad, cosa que de ningún modo deseaba, así que acaté su orden obediente.

Horas antes de nuestra cita ya estaba perfectamente vestida, si se le puede llamar vestida, depilada, maquillada y y con mi rubia melena rizada al viento. Practicando en casa, no dejaba de hacer exagerados movimientos para comprobar la capacidad de la gabardina para cubrir mi cuerpo y lo que podía apreciar era verdaderamente descorazonador. Si me sentaba, mis piernas quedaban absolutamente expuestas hasta verse el borde de las medias. Si permanecía de pie se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel, marcando mis curvas y mostrando mi escote y mis pechos levantados hasta el límite por el corsé. Al caminar, la abertura inferior hacía que la tela volara y en según qué gesto incluso podían apreciarse trazos de mi coño. 

Imposible, imposible, no puedo salir así a la calle y menos subir al metro en hora punta! Pero al instante recordaba mi actitud de días precedentes y sabía que no podía dejar de hacerlo. El era muy capaz de seguirme desde mi casa para comprobar si había cumplido sus órdenes, además, quería demostrarle que mi entrega era total, que sólo factores externos habían sido los responsables de mi cambio de actitud, que quería seguir siendo suya y serlo para siempre… y haría lo que fuera para convencerle de ello.

Sin darme apenas cuenta, perdida en mis pensamientos, llegó la hora de salir de casa. Decidí no darle más vueltas, respiré hondo y me dirigí al ascensor. Nada más llegar a la calle me dí cuenta de que realmente mi aspecto era aún más escandaloso de lo que había imaginado. Los hombres me miraban con deseo, las mujeres…. bueno, ya se sabe como somos, algunas con desprecio y otras con admiración. Caminé a paso rápido hasta la boca de metro más cercana y…. ups, escaleras!. No había pensado en ellas. Empecé a descender justo en el momento en que una avalancha de personas aparecieron de la nada y empezaron su ascenso. No podía detenerme, tenía que seguir bajando, a pesar de que las miradas la gente me decían que estaban viendo mucho más de lo que a mí me gustaría. Algunos de ellos ralentizaban su paso para disfrutar más cómodamente de la vista mientras yo, azorada, evitaba cruzarme con sus ojos y bajaba todo lo rápido que me permitían los tacones hasta acceder al andén.

Cuando por fin llegué a éste, mi coño ya estaba empapado. La sensación de ser observada, las bolas, la excitación que me provocaba saber que iba a ver a mi Amo y la tensión de desconocer lo que me esperaba, era demasiado para mí y ahí, justo en ese momento, fue cuando decidí dejarme llevar y disfrutar del momento. 

Me senté en un banco a esperar el convoy y crucé las piernas. Empecé a frotarlas entre ellas, a manejar las bolas con mis músculos vaginales. Cada vez estaba más excitada, no creía que fuera capaz de contener un orgasmo, pero me parecía mentira estar a punto de correrme en un andén del metro. Mi respiración se aceleraba, mis pechos oprimidos por el corsé subían y bajaban asomando por el escote de la gabardina, mis mejillas arreboladas denotaban lo que estaba pasando en mi cuerpo, mis ojos brillantes de deseo, desprendía todo ello una seducción que ninguno de los que pasaban por mi lado podían dejar de notar. En ese momento podrían haberme follado todos los hombres que había en los alrededores y no habría puesto impedimento alguno. Imaginando la escena de ser ofrecida por mi Amo a todos aquellos trabajadores que regresaban a su casa después de un agotador día. Imaginando el orgullo que representaría para él que su perra fuera follada, tocada, urgada, manoseada, sobada y usada. Imaginando su sonrisa de satisfacción y orgullo, y siendo consciente del punto hasta el que era capaz de llegar por él, conteniendo mis gemidos y temblores, tuve mi orgasmo justo en el momento en que el primer vagón llegaba a la estación.

Subí y recorrí el trayecto disfrutando de las miradas que me brindaban, pero inmersa en mis pensamientos, en mi Amo y en nuestro fin de semana.

Media hora más tarde estaba ante la puerta del hotel. Mi corazón se aceleraba por momentos, llevaba semanas sin verle y necesitaba su presencia, sus caricias, sus miradas mucho más de lo que él podía creer y yo misma había imaginado.

Aceleré el paso hasta llegar a la habitación indicada. Retoqué mi maquillaje, intenté poner mis rizos en orden, respiré profundamente y llamé a la puerta. Su inconfundible voz me indicó que pasara y eso hice. La habitación estaba en penumbra, las persianas bajadas sólo dejaban pasar algunos rayos del suave sol crepuscular que rompían contra la moqueta, pero a pesar de la escasa luz podía verle. Estaba ahí, sentado en una butaca, sus ojos me miraban con esa ternura habitual. Su calurosa sonrisa me recibía dándome la bienvenida y yo… yo me sentía en el cielo.

Me detuve a unos pasos de él esperando instrucciones, momento que decidió prolongar observándome detenidamente. Después, convirtiendo su sonrisa cariñosa en un gesto burlón, se levantó, se dirigió al balcón frente al que yo estaba situada, subió la persiana y lo abrió de par en par. La calle donde estaba el hotel era estrecha, peatonal. Apenas unos metros nos separaban del edificio de enfrente, un inmueble de oficinas en el que aún había varias personas trabajando. Empecé a ponerme nerviosa, algo me decía que no iba a pasarlo bien y ciertamente no me equivocaba.

Regresó a su butaca y sin perder su sonrisa me ordenó quitarme la gabardina. Miré el balcón y busqué sus ojos implorante. No podía hacerlo allí, sin duda me verían desde el otro edificio, pero naturalmente eso él ya lo sabía. Entonces lo entendí todo. Desde el primer día la exhibición había sido uno de mis límites que yo misma siempre he querido superar. La lección de este fin de semana versaba sobre ese asunto. Desde el momento en que me dijo cómo debía vestirme para nuestra cita, estábamos trabajando ese límite, y esto acababa de empezar… bien, pues iba a sorprenderle, si creía que su perra se amilanaría por algo así estaba muy equivocado.

Tragué saliva y empecé a desabrochar los botones de la chaqueta. Despacio, muy despacio, mirando al suelo y con movimientos insinuantes, fui abriéndolos uno por uno. En ello estaba cuando el sonido imperativo de su voz invadió la estancia. No! No quiero que mires al suelo –continuó- si tan chula eres, levanta la mirada y observa la ventana que tienes delante. No quiero una perra avergonzada, tímida o temerosa, quiero a mi perra. A la perra orgullosa de serlo, a la perra que no baja los ojos, y esa perra disfruta exhibiéndose para orgullo de su Amo. Abróchate esos botones, acércate más al balcón y vuelve a empezar.

Así lo hice. Poco a poco fui desabrochando de nuevo los botones, mientras miraba indolente a la ventana que tenía delante, rogando que ninguno de aquellos oficinistas se percatara del espectáculo. Una vez desabrochada la gabardina le miré y El, con un gesto, me indicó que me la quitara. Despojada ya de ella, valiente y lanzada, dí una vuelta, de espaldas a El me incliné a tensar mis medias, mostrándole (a El y a todo el que quisiera verlo) mi culo en todo su esplendor. Transcurridos unos segundos, me incorporé y de nuevo me situé de cara a él, con una sonrisa triunfante en el rostro y mi mirada más retadora directa a sus ojos. Hizo ademán de que me acercara. Cuando ya estaba frente a él y junto al balcón, temblorosa y caliente, cogió mis manos e hizo que me arrodillara. Acarició mi cabeza y, sonriendo, exclamó: ésa es mi perra… veremos si sigues tan valiente dentro de un rato.

Toda la tranquilidad que me dio su caricia, me la quitó su intrigante frase, momento en que me dí cuenta de que tenía la boca absolutamente seca. Los nervios, el calor, la tensión vivida en la última hora estaban causando mella. Necesito beber algo, le dije, te importa?

- En absoluto, querida, de hecho ya te tenía preparada tu copa y señalando a un rincón me mostró mi bebedero…

Vaya! Hoy vamos de romper límites, pensé. Otro de ellos. Jamás nadie ha conseguido que bebiera de un cuenco en el suelo y no será hoy el día que lo haga. Le miré insolente, cosa que él esperaba, y negué con la cabeza. 

- Bien cariño, eso es que no tienes sed, ya llegará.

Cuánto odio esa sonrisa cínica, pero ve esperando -pensé-.

- Así que mi perrita no coge las cosas del suelo, vamos a comprobar eso.

Y sacando una bolsa empezó a vaciarla sobre la moqueta. Decenas de monedas cayeron al suelo en silencio, repartidas por toda la habitación. Acto seguido, llamó a recepción y pidió un tentempié, informando que lo pagaríamos al momento. Era sencillo, dos ensaladas, dos sandwitches, “una” bebida y algo de fruta. Cuando colgó el teléfono, pausadamente, me dijo:

- Pienso pagar con esas monedas, de modo que tendrás que recogerlas antes de que suba el camarero y no creo que tarde. Naturalmente lo harás en tu condición de perra y las perras no tienen manitas.

No me podía creer lo que estaba escuchando, pretendía que cogiera esas monedas con la boca??? Pero no tuve que preguntar, su irónica mirada y aquella sonrisa bailando en sus labios me lo dijeron todo.

- Es un límite coger cosas con la boca?- No, mi Amo, no lo es- Bien, pues no acepto un no. Yo de tí no perdería tiempo, hazme caso.

Acto seguido me puse a cuatro patas y empecé a recoger monedas. El muy cabrón las había lanzado de todos los tamaños, tanto que tenía que usar mi lengua para alcanzar las más pequeñas. Las lágrimas inundaban mis mejillas, aquello era mucho peor que beber de un cuenco y él lo tenía absolutamente calculado. La situación era totalmente humillante, cuando inclinaba mi cabeza para coger una moneda, mi culo se elevaba ofreciéndole una vista total de mi coño (ya empapado de nuevo). Mientras recogía las putas monedas pensaba en el espectáculo que le estaba dando, en el escozor de mis rodillas al frotarse contra la alfombra y en todo lo que era capaz de llegar a hacer por él, cuando de repente unos golpes discretos detuvieron mis elucubraciones.

Dios, el camarero! Dando una rápida ojeada al suelo ví que aún quedaban muchas monedas por recoger. Me quedé quieta, bloqueada, sin saber qué hacer. Su sonrisa se convirtió en una carcajada. Cogió la bolsa y abrió la puerta. El camarero entró con la bandeja, él le preguntó el precio de la consumición y se dispuso a pagar, pero, naturalmente y como era de esperar, en la bolsa no había suficiente dinero. Fue hasta su bolsa de viaje, de espaldas a mí sacó un puñado de monedas más y despidió al hombre que no entendía muy bien qué demonios hacía aquella mujer en liguero y corsé arrodillada en el suelo entre un montón de dinero en calderilla.

- Bien peque, bien. Como has podido comprobar no tenía suficiente efectivo para pagar y eso ha sido por tu culpa. Te imaginas que no hubiera llevado más dinero y hubiera tenido que agacharme a recogerlo del suelo? Esa es la imagen que debe dar un caballero Dominante? Es la imagen que quieres ver de tu Dominante?- No, mi Amo, respondí avergonzada.- Bien, he tenido que coger 18 monedas de mi bolsa, y naturalmente me las voy a cobrar. Te parece justo?

Por supuesto, respondí al momento, y me dispuse a colocarme de nuevo a cuatro patas para recoger aquellas 18 monedas y las que fueran necesarias, sintiéndome fatal por haberle fallado y no haber sido capaz de atender su petición.

- No, querida niña, voy a cobrármelas de otro modo, al mismo tiempo que te castigo por tu desidia.

Se acercó a mí, me ayudó a levantarme y me acompañó hasta la butaca que minutos antes estaba ocupando. La movió ligeramente para colocarla justo frente a aquel odioso balcón, momento en que me distraje observando que ya se había hecho de noche, pero en aquella oficina aún había gente trabajando.

- Arrodíllate en el asiento, mirando hacia la calle.- No, por favor, mi Amo.- No crees que mereces ser castigada?- Sí, merezco serlo, pero así no, por favor.- Estamos ante un límite a superar?- Sí, mi Amo- Vas a decir tu palabra de seguridad?- Por supuesto que no, mi Amo- Bien, entonces arrodíllate en el asiento.

Me arrodillé en aquella maldita butaca, ofreciéndole de nuevo una perfecta panorámica de mi culo y mi coño, del que ya no podían fluir más líquidos, e incliné la cabeza sobre el respaldo.

- No, peque. Te recuerdo que mi perra no agacha la cabeza… mirando al frente!

En ese preciso momento escuché el sonido de una vara rompiendo el aire…

- No, por favor.- No? En algún momento voy a conseguir borrar la palabra “no” de tu insumiso vocabulario? Recuerdas tu palabra de seguridad, perra?- Sí, mi Amo. Azul.- Bien, si no escucho tu palabra de seguridad no quiero escuchar una negativa, una queja, una súplica, un lamento. Se han acabado las tonterías, te he mimado y malcriado demasiado pero eso se terminó. Ahora sólo tendrás mimos cuando yo crea que te los has ganado. Está claro?- Sí, mi Amo.- Bien, pues no quiero escucharte más. Cuenta los azotes. Sólo me debes dieciocho (sólo, dice!) y no quiero cobrarme de más.

Y uno tras otro los golpes empezaron a caer en mi trasero. Al principio ligeramente suaves, después incrementando su intensidad hasta que llegaron a ser insoportables, y sólo llevábamos diez. De vez en cuando se detenía para acariciar las líneas que iban apareciendo en mi piel, si bajaba la cabeza me asía del pelo para levantarla, y de nuevo me golpeaba con las fuerzas renovadas.

Las lágrimas pugnaban por salir de mis ojos, me dolían los labios de mordérmelos… 15, 16, 17 y por fin 18. 

Mi Amo besó mis nalgas, me ayudó a incorporarme, besó mis ojos, bebió mis lágrimas, me acarició satisfecho.

- Te has portado muy bien, peque. Ahora te ducharé, te pondrás un precioso vestido y saldremos a cenar, no creerás que íbamos a cenar unos bocadillos? Quiero lucir orgulloso a la perra más bonita que se pueda tener.

Y cogiéndome de la cintura me empezó a guiar hacia el baño, aunque le sorprendí desasiéndome de su abrazo. Le miré a los ojos con todo el amor y la entrega que hacía nacer en mí, me arrodillé y, de nuevo a cuatro patas, gateé hacia el cuenco del rincón. Bebí un traguito de agua y me levanté sonriéndole triunfante dispuesta a disfrutar del resto del fin de semana, lo que le sacó una sonora carcajada…Nunca cambiarás, peque, chula hasta la muerte.

En algún momento ví que alguien se acercó a la ventana de aquella oficina, pero ni siquiera me importaba ya que me viera. Sólo me importaba que esos dos días no acabaran nunca y sobretodo me importaba que mi Amo se diera cuenta de que era suya, aun siendo conscientes ambos de que habría muchas más negativas, muchos más pucheros y muchos más ruegos, que unas veces serían concedidos y otras no, pero esa era nuestra lucha, nuestro reto y nuestro placer... Y así seguiría siendo porque así lo disfrutábamos.

Anastasia ©
02.03.2008

Afortunada

Hace ya mucho tiempo que decidí darle prioridad absoluta a mi estado mental. Acostarme todas las noches sin haber hecho nada de lo que pudiera o debiera arrepentirme, sin haber cometido ni un solo acto que fuera contra mis principios, saber que no he hecho daño a nadie durante esa jornada, al menos intencionadamente, llegó a convertirse en algo imprescindible en mi avance personal. Decidí que cuando me observara ante el espejo para desmaquillarme antes de meterme en la cama, siempre, siempre, debía gustarme el reflejo que éste me devolviera, que nunca haría nada que me hiciera mirar hacia otro lado… y realmente es una sensación sumamente satisfactoria, tanto que creía que no podía haber otra mejor… pero desgraciadamente no siempre se consigue, hay veces en las que por mucho que nos empeñemos nuestras circunstancias nos superan. El mundo gira a su propia velocidad y en ocasiones nos vemos envueltos en situaciones que son inevitables porque nos comportan una serie de beneficios, y por egoísmo, por comodidad, por costumbre, somos incapaces de renunciar a ellos y durante un ratito nos olvidamos de nuestro propósito de no hacer nada por lo que podamos sentirnos mal.

Y resulta que gracias a eso he descubierto que existe aún otra sensación más gratificante, más completa… la que me provoca tener al lado a alguien lo suficientemente comprensivo y tolerante como para perdonarme y justificarme lo que yo misma no me perdono y para lo que no encuentro justificación. Tener conmigo a alguien que entiende mi rabia las veces que me traiciono a mí misma, aún sin ser necesario explicarle que es eso lo que me agobia. Tener a alguien tan, tan cerca que prácticamente está dentro de mí, alguien que me conoce, me intuye y me cuida, y lo que es más grande aún, me protege… principalmente de mí misma y mis demonios.

No me preguntéis por qué, tenía que expresarlo y sobretodo agradecerte a Tí una vez más que estés ahí como siempre, incondicionalmente, a pesar de mis momentos terribles, a pesar de mi genio, de mis paranoias, de mi egoísmo, de mi orgullo, de mis cruces de cables, en fin, a pesar de tantas cosas. Gracias por estar conmigo, por estar en mí.

Anastasia ©
22.02.2008

Lo que me das

Fogonazos de pasión y deseo cada día y cada noche, en cada conversación y en cada encuentro. 
Bombas de cariño y dulzura, de severidad y de condescendencia. 
Toneladas de paciencia y de comprensión.
Llamaradas de felicidad, lucecitas de colores, fuegos artificiales.
Lágrimas de alegría en el encuentro, de dolor en la despedida.
Conversaciones eternas, risas tontas, silencios compartidos.
Abrazos espontáneos, miradas que lo dicen todo.
Besos tiernos, besos morbosos, besos apasionados, besos dulces, besos paternales, besos de amigos, besos que castigan, besos que premian.
Complicidad y confianza.
Seguridad y futuro.
Entrega mutua.


Anastasia ©

14.12.2007

Evolución


Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa recostarse y una compañía no significa seguridad. 


Y uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas. Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. 

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema...

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar que alguien le traiga flores. 

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, y que con cada adiós uno aprende. 

Sin embargo, lo más valioso del viaje de la vida, no es en sí su término: el hallazgo o no de la felicidad. El tesoro del camino de la existencia es el trayecto en sí mismo. 

Borges

Manual de la perfecta switch

Aún a riesgo de hacerme pesadita con los dichosos manuales, y atendiendo algunas peticiones recibidas, debo continuar con el de “la perfecta switch”, así que paso a detallar los puntos necesarios para convertirte en esa “oveja negra” si es que después de leerlo, alguien se atreve a ello.

1º.- Nunca admitas tu condición de switch… parafraseando a una conocida, los compararemos con los “sangre sucia” de Harry Potter. Además somos chungos, somos inestables, somos desubicados y no tenemos ni p… idea de BDSM, así que mejor lo mantengas en secreto (como hacen algunos de los Dominantes que conozco).

2º.- Demuestra a todo el que se te acerque tu versatilidad y agilidad, demuestra que si eres switch es por tu capacidad de cambiar de posición en 30 segundos. No es fácil para cualquiera que no sea torero hacer el salto de la rana y pasar en ese tiempo de estar arrodillada a estar de pie con una fusta en la mano, que es lo que supuestamente hacemos nosotros.

3º.- Recuerda que es imprescindible que agaches la cabeza ante cualquier Dominante, porque él es superior a tí. Tú nunca podrás dominar a un sub porque en ocasiones lo eres y claro eso resulta inconcebible. No importa los sumisos que hayas tenido a tus pies ni lo que hayas hecho con ellos, ni lo que les hayas dado ni lo que hayas recibido, seguro que tampoco serían auténticos sumisos, verdad?

4º.- Inclina tu cabeza también ante cualquier sumiso por la misma razón. Tú no eres capaz de entregarte totalmente a nadie porque existe el riesgo de que aparezca tu vena Dom. Da igual que estés experimentando tu rol sub con alguien que realmente te inspire esa entrega, no es posible, no lo es y punto, porque lo dice la normativa.

5º.- Avergüénzate todo el tiempo de tu condición de switch. Reconoce tu fracaso dentro del mundo BDSM, tal vez de esa forma generes menos envidia entre los auténticos Dominantes o sumisos gurús por tener los cojones de admitir lo que eres pese a quien pese… Perdón noooo, no quería decir eso, quería decir que de esa forma no pondrás en evidencia que somos todos unos enfermos y no perjudicarás a los que lo viven de verdad… de verdad?

6º.- En resumen, que si has tenido Amo/a y ahora tú lo eres, manténlo en secreto; si has tenido sumisos y quieres experimentar ese rol, manténlo en secreto; si tienes un Amo y él te permite tener un perrito para que disfrutes tu vena Dom, manténlo en secreto… vamos, que no evidencies nada que pueda perjudicar tu integridad y tu seriedad como Dominante o como sumiso porque en ese caso serás un pobre y desubicado switch, la peor especie dentro de este mundo nuestro.

Aunque como a mí desde siempre me ha perdido ir contracorriente y soy el espíritu de la contradicción personificado, seguiré siendo switch. Seguiré disfrutando de ambos roles en función de la persona que tenga delante y en función de mi estado anímico. Seguiré sin merecerme el respeto de los puristas y sobretodo seguiré siendo como soy, porque si me sumergí en este mundo fue para disfrutar y pasarlo bien a mi manera, que nadie dice que sea la única o la mejor, pero es la mía y por tanto la que me da lo que quiero y necesito, pese a quien pese, y joda a quien joda.


Anastasia ©

14.11.2007

Manual de la perfecta Ama

Continuando con mi arduo trabajo de investigación, creo que con lo que he podido observar ya tengo suficientes datos para preparar el “Manual de la perfecta Ama”, por lo que me voy a atrever a transmitiros los pasos básicos necesarios para llegar a ese estatus y prometo seguir ampliándolos en función de nuevas averiguaciones:

Paso 1.- Cómprate una careta. Recuerda que ha de ser la más agria, seria y estúpida que encuentres. Imprescindible que no muestre ninguna emoción, principalmente si se trata de alegría o buen humor. Debes llevarla puesta en todo momento y ocasión, no solo durante las sesiones, siempre, siempre, eres una Domme, no lo olvides.

Paso 2.- Busca un palo largo y a poder ser grueso. Introdúcelo en tu ano sin miedo y sobretodo sin disfrutarlo. Es necesario que puedas caminar muy tiesa pero procura que no llegue a las cervicales, ya que necesitas movilidad para poder mirar al resto del mundo por encima del hombro.

Paso 3.- Seguimos de compras y ahora vamos en busca de unos tacones, cuanto más altos mejor. Una auténtica Ama es superior a cualquier otro individuo, sea Dominante masculino, sea otra Dómina y ya no te digo si se trata de un/a sumiso/a, así que siempre ha de mirarles desde arriba. Ah, importante, que no parezcan zapatos de sumisa, que no queremos que se nos menosprecie, aún hay categorías, por dios!!!

Paso 4.- Hablando de categorías, aún en el caso de que antes hayas sido sumisa, jamás lo admitas en público. Una auténtica Ama no tiene dudas y no disfruta cambiando su rol porque ésa es una actitud propia de inestables, ignorantes y desubicados.

Paso 5.- Ya estás lista para buscar perrito/a. Procura que sea muy obediente, no tiene ninguna gracia dominar a una persona rebelde y contestataria. Ha de estar siempre dispuesto a decir a todo que sí, a mirarte con admiración y a agradecerte lo amable que eres al concederle unos minutos de tu tiempo cada mes, porque, no lo olvides, tú lo vales.

Paso 6.- Cuando tengas localizada a tu víctima, perdón, a tu sumiso/a, empieza a instruirle desde el primer momento. Su carácter ha de ser totalmente modelado (que para eso estás tú) y dejar de ser quien era. Si quiere estar a tu nivel (que no a tu altura, ya se sabe, por los tacones) debe comprarse la versión para sumis de tu mismo modelo de careta, recordemos, pelín borde.

Paso 7.- Ya lo tenemos todo, así que llegados a este punto ya puedes empezar a disfrutar… perdón no, eso no es correcto. Un Ama no disfruta, un Ama no practica sexo con sus sumisos, un Ama no es feliz por tener perrito/a, un Ama seguirá siendo agria a pesar de su entrega porque hacer todo eso evidente la haría bajar de su pedestal y un Ama no puede permitirse tal cosa, ya que le haría ganar el menosprecio de Dominantes y sumisos… o no? 

Buf, pues después de releer esto, también tengo mis dudas sobre mi capacidad como Dominante… vaya por dios, si no soy buena sumi y tampoco soy mínimamente Dominante, de lo que se desprende que tampoco soy switch, qué demonios hago aquí?

Anastasia ©
10.11.2007

Manual de la perfecta sumisa

Visto lo visto en distintos ámbitos virtuales bedesemeros, me voy a atrever a escribir el manual de la perfecta sumisa que creo que es más que necesario para algunas pobres almas desubicadas que corren por aquí y por allá (entiéndase el tono humorístico e irónico del texto, no vaya alguien a tomárselo en serio, por favor).

1.- Muéstrate sumisa en todos los aspectos de tu vida, siempre con la mirada baja y esperando ser humillada y aplastada en cualquier situación. Piensa que una mujer con personalidad y carácter de ninguna forma podrá llegar nunca a ser una buena sumi.

2.- Trata con adoración y devoción (y sobretodo de usted) a todos los personajes que luzcan la palabra Dominante en su perfil, y no te digo a los que lleven el Amo, Dueño, Señor o Master en su nick. Da igual que aún no lo hayan demostrado, da lo mismo que no hayan tenido ninguna experiencia, lo de menos es que tengas malas referencias sobre ellos. La cuestión está en que se lo merecen porque ellos lo valen.

3.- Si cuando empezáis a hablar por msn te pide cam y que te desnudes ante ella, hazlo sin dudar, lo contrario sólo demostrará tu incapacidad para ser sumi y perderás la posibilidad de pertenecer a un buen dominante (pajillero, eso sí, pero dominante). Ah, y nunca te atrevas a pedirle que conecte la suya (cam, me refiero), eso sólo evidenciaría tu rebeldía y descaro, virtudes… ay perdón, defectos, que no tiene una buena sumisa.

4.- Si en el primer encuentro le preguntas cuál es tu palabra de seguridad y te dice que no existe, agradécele la amabilidad que muestra al responderte, nunca se te ocurra decir que eso no es lo que debería ser, o lo que has aprendido, o sobre lo que te han avisado, en ese caso de nuevo serías una pobre mujer desesperada, menopáusica, gorda y frustrada que quiere hacerse sumi para conseguir un marido.

5.- Nunca, bajo ningún concepto, te atrevas a hablar de límites. Una sumisa auténtica no tiene más límites que los límites de su Amo, porque para algo es suya, para avanzar y romper tabúes, así que limítate a rezar para que no le apetezca empezar a clavar agujas en vuestra primera sesión, lo contrario te llevaría a ser lo que se indica en el punto anterior.

6.- Asunto dolor. El dolor no existe. El dolor es placer. Dará igual que no seas masoquista, dará igual que no lo disfrutes, acabará encantándote y eso sólo lo conseguirá subiendo de 50 en 50 los azotes de fusta, gato o látigo recibidos en cada sesión. Ya se sabe, la letra con sangre entra, en caso de que no entre, procura estar preparada para el consabido “tú no eres sumisa ni nunca lo serás, tú eres una pobre desgraciada que no sabe lo que quiere” y empieza a aceptarlo, querida.

7.- Ultima cuestión y la más importante. Si eres gorda, demasiado bajita o demasiado alta, poco agraciada, mayor de 35 años y no perteneces a la raza aria, mejor que te desengañes y te dediques a otra cosa, porque con todos o alguno de esos defectos, jamás podrás ser sumisa. Una auténtica sumisa es rubia, de ojos azules, 90-60-90 de anchuras y 1.65 de altura, sus tetas no pueden sujetar un lápiz, naturalmente no lucen ni una estría, su culo está bien alto y prieto y sus carnes son firmes y escasas. 

Da lo mismo que el aspecto de estos exigentes amitos sea algunas veces repulsivo, que sea más fácil saltarles que rodearles, que no se acerquen a la ducha más que en fiestas de guardar, que no sepan lo que son los palitos para las orejas y que naturalmente no se corten los pelos que salen de ellas o de la nariz (ya no te hablo de depilación), porque todas esas características son las que le convierten en un amo excepcional.

Y aquí lo dejo, porque después de analizar lo escrito, creo que me voy a ir preparando para ser un Ama muy dura, porque como sumi no valgo una m…. (suerte que soy switch, palabra más estúpida, por dios)

Anastasia ©
04.11.2007