lunes, 30 de diciembre de 2013

48 horas

Todo un fin de semana por delante, y en lugar de estar charlando o tomando un vermut allí estaba yo, sentada en aquella silla incómoda, con unos grilletes sujetando mis manos a ella, una luz potente enfocada a mis ojos que me impedía ver sus reacciones y su voz, esa voz que tanto me seducía, susurrándome al oído

- Es un tercer grado....tendrá que subir en intensidad según pasen las horas y tú te debilites.

Y acto seguido, empezando a darse cuenta de que por ese camino no conseguiría nada, cogió unas tijeras y comenzó a rasgar mi ropa mientras con aquella chulería tan propia de mí yo le miraba y, sin palabras, mis ojos le decían …¿y tú de que vas? 

Cuando me tuvo desnuda me cogió del cabello, tiró con fuerza mi cabeza hacia atrás y mirándome fijamente, sin alzar la voz, me dijo “tú lo has querido, prepárate para lo que te espera”. No había acabado la frase que ya me había asestado dos bofetadas, algo más intensas de lo habitual, las cuales provocaron las primeras palpitaciones de la jornada en mi sexo -el cual en estas situaciones va absolutamente por su cuenta, respondiendo a los estímulos que le ofrecen sin hacer puñetero caso de lo que mi mente le dicta-.

- Has notado que son más fuertes verdad? Claro que sí, no se te escapa una. Te explicaré el motivo: tengo 48 horas para romperte y pienso perder el menor tiempo posible, porque son muchos los deseos que tengo de disfrutar a una sumisa de tu categoría.

- 48 horas enteras dedicadas a romperme? –le respondí cínicamente- Eso va a ser agotador. Y desde luego muy gratificante –pensé-.

- Enteras... es un tercer grado –me recordó-. Tienes que sentir como se te escapan las fuerzas y cometes errores.

- Sabes que resistiré hasta el límite, verdad?.

- Si lo sé.... es más, lo espero 

- No te defraudaré, eso te lo garantizo.

Su sardónica risa retumbó entre las paredes de aquella habitación… cómo odiaba esa prepotencia tan suya!

- No esperaba menos de tí! pero de aquí a unas horas no serás tan chulita…

Y dos nuevas bofetadas hicieron retumbar mi cabeza al mismo tiempo que notaba mi sexo mojarse de nuevo, mientras en mi lucha porque él no se apercibiera de esto último, le miraba fijamente a los ojos, con una ceja levantada y una cínica sonrisa bailando en mis labios.

Sonrisa que me costó mantener cuando puso ante mis ojos una botella de agua y un paquete de tabaco rubio (cabe aclarar que sabe perfectamente el enganche que tengo al cigarrillo).

Encendiendo uno, dio una larga bocanada y me lanzó el humo a la cara, diciendo a continuación:

- Ahora te explico por que estás en esta situación. Te he preguntado muchas veces tu edad, siempre correctamente, y siempre has evitado contestarme con alguna excusa. Ya me he cansado. Quiero saber cuántos años tienes. Dímelo y eso pondrá fin a tu castigo.

- Eso ni lo sueñes! Y de esta forma menos aún. No pienso decírtelo

La lámpara empezaba a cumplir su cometido y el sudor descendía por mi frente hacia mis mejillas. La sal hacía que me picaran los ojos y yo parpadeaba para desprenderla de ellos. Él pasó un dedo por mi mejilla y, valiente, lo puso entre mis labios para que probara mi sabor. Empecé a lamerlo seductoramente, saboreándolo. Mi lengua caliente lo envolvía y acariciaba, mientras triunfante observaba como su respiración se agitaba, sus pupilas se oscurecían y dilataban disfrutando del espectáculo.

Esperé a verle extasiado y cuando menos lo esperaba, clavé mis dientes en su dedo. Aunque no obtuve ni un quejido. Sólo una mirada intensa

- Ummmm, eso no es lo que esperaba, pero el resultado es el mismo

Mientras con la otra mano tomaba uno de mis pezones y lo retorcía con fuerza entre sus dedos. 

No tardó en darse cuenta de que frotaba mis muslos disimuladamente, en un afán de saciar el deseo que me empezaba a invadir, y lo demostró propinándome otra sonora bofetada. Acto seguido separó mis piernas y las ató a la silla, impidiendo que pudiera seguir disfrutando de aquel movimiento.

Encendió una vela y la situó a unos centímetros de mi sexo.

- Poco a poco se consumirá y en algún momento notarás su calor -me decía mientras, orgulloso de su perra, observaba que me mordía los labios pero ni siquiera intentaba retroceder-.

- Sé que no retrocedes por que aún no llega el calor ....ya veré qué haces cuando esté a la altura justa.

Fue en ese preciso momento cuando abrió su maletín, sacó su juego de agujas y me miró buscando mi reacción. Ahí estaba, su primera victoria, esta vez sí pudo ver el temor en mis ojos, un pequeño titubeo, una duda. Mi respiración empezaba a agitarse en la lucha que mantenía contra mis miedos.

Él sacó una aguja de su funda y me la mostró. Era una aguja muy fina, pero aguja al fin y al cabo.... 

- Edad? 

- Acabo de cumplir 15 -dije sonriendo con todo el cinismo que conseguí reunir ante aquella terrible aguja-.

Una nueva bofetada, y sin dudarlo un instante –también odio su seguridad- la clavó un centímetro en mi pecho izquierdo.

La impresión fue fortísima, apenas sentía dolor, sólo noté el pinchazo, pero verla ahí clavada era demasiado para mí. Cerré los ojos intentando pensar en otra cosa. Una nueva bofetada me hizo abrirlos de golpe.

- No me obligues a ponerte algo en los ojos para que no los puedas cerrar, me dijo mientras cogía otra aguja igual que la anterior.

- No volveré a cerrarlos, te lo aseguro, pero no me pongas las pinzas por favor

- Ummmh, primera concesión! Buena chica, vas descubriendo quien manda 

Le miré con todo el odio que era capaz de transmitir mientras empezaba a notar el calor de la llama en mi vientre e instintivamente intenté retroceder. Como siempre, se dio cuenta del cambio de mi expresión.

- Tendrás que tener cuidado de no moverte mucho para no quemarte -me dijo con cariño mientras cogía otra aguja-. Aquélla era un poco más gruesa. La puso ante mis ojos, sonrió y susurró

- Edad? Sólo eso y habrás puesto fin a todo. Dime tu edad.

Mis labios temblaban. Una lágrima pugnaba por escapar. Sólo con un gesto para que no me escuchara titubear, moví la cabeza negativamente. Como respuesta me miró serio, indiferente, como diciéndome “sólo eres un trozo de carne para mí”. Pellizcó mi pecho a unos centímetros del pezón y atravesó lentamente ese espacio. 

Una, sólo una gota de sangre brotó por uno de los extremos... mojó la yema de su dedo índice en ella y me lo dió a limpiar con mis labios. Las lágrimas recorrían mis mejillas mientras paladeaba el sabor de mi propia sangre y notaba el calor de la llama en mi vientre, mi pelvis y mi sexo, al tiempo que le miraba implorante, esperando que se compadeciera de mí.

- Recuerdas tu palabra de seguridad, cariño?

- Por supuesto, pero sabes tan bien como yo que es difícil que la use 

De repente me miró a los ojos con una ternura inusitada, me tomó de la barbilla, inclinó mi cabeza hacia atrás y me besó en el cuello, haciéndome pensar que le había ganado e iba a desatarme… Se acercó a mi oído y susurró: “dentro de poco me suplicarás para que te permita decirme tu edad”, tras lo cual descuidadamente, y como por accidente, empujó la vela acercándola aún más a mi cuerpo.

- Por favor..., supliqué con un hilo de voz

- Sólo tienes que decirme tu edad, dijo mientras me acariciaba un pezón

Reflexioné unos instantes, sabía que no podría aguantar mucho más. De nuevo me había vencido y ser consciente de eso y admitirlo me hizo mojarme de nuevo. Levanté la cabeza, le miré a los ojos viendo el triunfo en ellos, observando la excitación que le producía ser testigo de mi lucha interna… y muy, muy flojito, le dije… 40.


Mientras me desataba después de besar y morder mis labios con una frenética pasión, y al mismo tiempo que empezaba a soñar con el premio que me esperaba en unos minutos, un pensamiento cruzó mi mente… Y todavía quedan 45 horas!

Anastasia ©

27.04.2007

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