sábado, 4 de enero de 2014

El encuentro

Hoy es el día fijado, por fin van a verse, encontrarse y disfrutarse. Tanto tiempo esperando ese momento y por fin había llegado. Los nervios se apoderan de ella, la tensión y la emoción la invaden, pero si algo no hay es miedo. Ningún temor. Sabe que puede confiar en él y ponerse en sus manos. Sabe que no le hará nada que ella no desee experimentar y sabe que la cuidará y la protegerá, aunque también sabe que será duro, que no será fácil. El es sádico y ella no es masoquista, sabe que le dará dolor y mucho, pero también sabe que quiere recibirlo únicamente por él y para él, porque su dolor es el placer de su Dueño.

Nada más encontrarse sus ojos, ella baja la mirada. El la coge de la barbilla y levanta su rostro. Mírame a los ojos y dime lo que quieres. Quiero que me use, Señor...

Ya está desnuda, de pie ante El, que la observa detenidamente regocijándose en sus nervios y curiosidad. De repente sólo una pregunta. 

Has traido tu libreta? Sí Señor, responde la perra señalándola con la mirada. El la abre y sonríe. 112 cigarrillos te has fumado en estos días, zorra? Sí Señor, estaba nerviosa. Excusas? Bien, esto va a ser divertido, el castigo se dobla por la excusa, las odio y te consta. Algo más que añadir?No Señor. Sabes cuánto me molesta que fumes, no? Sí Señor. Sabes que vas a pagar por ello, verdad? Sí Señor, estoy dispuesta.

El se levanta con parsimonia y la coge del cabello llevándola hasta la cama. Le coloca la mordaza, se quita el cinturón y lo deja sobre la mesilla. Quiere que sepa lo que le espera, que lo tema y lo disfrute. Acto seguido la obliga a tumbarse boca abajo y, lentamente, muy lentamente, ata sus manos y pies a ésta.

Aparta su cabello, acaricia su espalda y su culo... 

Estás preparada, perra?Sí, mi Señor.

Los azotes empiezan a caer, aparentemente descontrolados, si bien lo que menos les falta es control. Espalda, nalgas, piernas, alternando puntos e intensidades reciben la caricia del cinturón. Ella se mueve, gime, llora, pero El no se detiene, no hasta que vea la señal pactada y sabe que no la va a hacer. A cada azote ella piensa que no resistirá uno más, pero cuando le mira y ve su mirada de placer y orgullo, sus dudas se disipan y espera contraída el siguiente. Ya ha perdido la cuenta, no sabe cuántos llevan. Su cuerpo arde, pica, duele, las lágrimas inundan sus mejillas, pero aguanta firme, valiente, entregada.

De repente los golpes cesan y la voz de El inunda sus sentidos...

Estás bien, fea?

Escuchar esa frase hace que todo tenga sentido, que todo merezca la pena. El mundo se desmorona a su alrededor, su coño se empapa, sus pezones se erizan

Sí, mi Señor.

Acaricia las marcas del cinturón suavemente, con ternura, la desata con cuidado, le quita la mordaza, la obliga a sentarse y la mira a los ojos.

Ella le mira, humillada, servil, entregada, agradecida.

Sabes que no ha terminado?

Lo sé Señor.

Necesitas tiempo?

No, Señor.

Bien, entonces prosigamos, pero ahora quiero oir tus quejidos.

La obliga a tumbarse de nuevo ahora boca arriba, disfrutando de su expresión de miedo.

Faltan la mitad, estás segura?

Soy suya, Señor

Nuevamente empiezan a llover los golpes. Sus pechos, su vientre, sus piernas, su pubis reciben azotes, a veces más fuertes, otras más suaves. Ella se queja, suplica, lloriquea, reniega, balbucea, insulta, incluso, su cara bañada en lágrimas y babas, pero no dice su palabra de seguridad, no mientras vea lo mucho que El está disfrutando. Mientras piensa en ello, los azotes empiezan a focalizarse en sus pezones, sólo en sus pezones. Calambres de dolor recorren su cuerpo, grita, se desespera, se asusta, pero sigue sin decir esa palabra. Moriría antes de hacerlo. Una y otra vez, siente el golpe, una y otra vez se quiere morir, una y otra vez se siente feliz de servirle...

Finalmente termina la tortura. El suelta el cinturón, se desnuda despacio e introduce un consolador en su sexo empapado. Se sienta a horcajadas sobre su pecho, coloca el cinturón alrededor de su cuello e introduce su tremenda polla de un golpe en su boca.

Ella, ansiosa, lame, chupa, succiona, mordisquea, disfruta, se contonea, tiene arcadas. si sigue así no tardará mucho en correrse y sabe que eso no le está permitido sin permiso. El gime, grita, suspira, gruñe y sigue empujando, más adentro, más fuerte, más duro, cuando ve en sus ojos que ella está a punto de llegar al orgasmo.

La perra le mira, diciéndole con los ojos sólo una palabra, por favor. Suplicándole su autorización, El hace un gesto de asentimiento casi imperceptible y aprieta el cinturón, aflojando a la vez el ritmo de su miembro. Los ojos de ella se abren espantados, le falta el aire, se asfixia, va a morir corriéndose con la polla de su Amo en la boca, pero no hay miedo, sólo placer, qué más podría desear? Y en ese momento, justo en ese momento, se corre entre convulsiones que le devuelven a la vida al tiempo que su Dios afloja el cinturón y se vacía dentro de ella.

Anastasia ©
06.12.2013

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