sábado, 4 de enero de 2014

Fantasía o realidad? III (Sadismo)

Ayer fue un día intenso, muy intenso y sobretodo muy difícil, pero me siento orgullosa de no haberle decepcionado. El sabía antes que yo que sería capaz. Siempre creo que me sobrevalora y temo fallarle, y siempre acaba sorprendiéndome ver lo que es capaz de sacar de mí. Ver en qué es capaz de convertirme.

De repente una lucecita se enciende en mi cerebro... Me dijo que hoy me haría un regalo, que me esperaba una sorpresa que me iba a encantar. Estoy impaciente porque pasen las horas y llegue el momento de levantarme. Qué habrá programado su mente perversa para mí? Me duermo soñando con cadenas atando mis tobillos y muñecas, con esposas que unen mis manos, con un látigo que castiga cruelmente mi piel. Me despierto mojada, qué digo mojada, empapada. Bufff, necesito tocarme pero no puedo hacerlo sin su permiso y aún no se ha levantado, así que toca esperar... mejor una ducha a ver si se me pasa.

Por fin escucho ruido en la cocina y corro rauda a darle los buenos días. Le pido que se siente y me deje prepararle el desayuno. Mientras se hace el café busco un delantal y corro con él a mi habitación. Me pongo una medias blancas con liguero y sujetador del mismo color y anudo el delantal a mi cintura, saliendo a servirle sólo así vestida.

Una sonrisa de complacencia llena mi mañana de luz. Sé que he acertado...

Eres la mejor perra que podría tener y por eso hoy vas a tener tu premio. Hoy vamos a explorar tu vena Dominante, en un rato llegará una chica masoquista con la que he jugado alguna vez. Quiero que la sesiones y quiero que saques tu vena más sádica para mí

Empiezo a relamerme y a contenerme, como siempre, para no planificar lo que haré. En estos casos me gusta tenerlo todo controlado pero que la situación fluya sola. El me mira y sonríe... ya estás imaginando, perra? Y sin bragas! A que me has empapado la silla?

Me hace levantarme y efectivamente un charquito se puede ver en el asiento. Me pongo colorada y hago un puchero.

No tienes remedio. Quién te ha dado permiso para mojarte? Aun quedan un par de horas para que llegue esa niña, tengo tiempo de sobras para castigarte.

Me coloca enmedio del salón. Hoy no voy a atarte, quiero que te quedes quieta por mí y para mí. No te muevas de ahí.

Vuelve unos instantes después con su látigo en la mano. Sabe que me aterroriza. Se acerca, me acaricia con el cuero e introduce sus dedos en mi sexo para volver a comprobar su humedad. Sonríe, se aleja y hace chasquear el látigo. Sólo escuchar ese sonido me pongo a temblar.

Te dejo escoger, perra, vienen cinco. Dime dónde quieres el primero. No sé que decir, me tiembla la voz. Si no me lo dices serán diez.

En el culo, Señor. No había acabado de decirlo que un golpe chocó contra mi nalga izquierda. El dolor más terrible que nunca he experimentado. Quemaba, ardía, picaba.

El segundo, perrita? Te parece bien la otra nalga? Equilibrio siempre, sabes que es indispensable para mí.
Ahora que sé lo que se siente me resulta aún más difícil responder. Sí, le digo con voz temblorosa.
Cambia de posición y de nuevo el chasqueo y el impacto. Un grito se escapa de mis labios.
Dónde va el tercero? Estoy intentando recuperar la compostura. 
No lo repetiré.
La tensión no me deja pensar. El pecho, respondo, olvidando por completo que tengo dos.

Cae el primero en el pecho derecho. Tremendo. No puedo seguir intento balbucear, pero al encontrarse mis ojos con los suyos desisto de decirlo, y sin podérmelo creer, levanto la cabeza y pronuncio suavemente... tengo dos, mi Amo.

Una sonrisa cargada de orgullo invade su rostro y su látigo golpea mi teta izquierda. Demasiado cerca del pezón esta vez. Tengo la sensación de que me lo ha arrancado. Tengo que sujetar mis manos para que no acudan a acariciar los golpes. Aún queda uno, no lo olvido. Y empiezo a pensar qué parte de mi cuerpo no está repetida...

Antes de que pregunte le respondo. La cintura, mi Señor.

Un grito que sale de lo más profundo de mis entrañas acompaña el chasqueo del látigo. Empiezo a llorar entre convulsiones. Se acerca a mí, me abraza, me besa, me tranquiliza hasta que se me pasa.

Lo has hecho muy bien, mi niña, me has vuelto a demostrar que mereces tu premio.

Me lleva hasta el baño y me ducha con cuidado. Me seca, pone crema en las marcas ocasionadas y me acompaña hasta la cama. Abre mis piernas y empieza a trabajar mi coño con toda la ternura del mundo hasta llevarme a un orgasmo que me traslada al cielo.

Un rato más tarde llega mi premio. Una chica ni bonita ni fea, algo más joven que yo, con un rostro y un cuerpo muy morboso. Entrada en carnes duras y prietas.

Cumplidas las presentaciones, le indica que seré yo quien la sesione, a lo cual por supuesto ella no pone ninguna pega. Dándome el pie para empezar, se acomoda en su sillón y se prepara para disfrutar.

Llevo a Ana a lo que es mi posición habitual en el centro del salón y empiezo a desnudarla muy despacio, procurando que mis dedos rocen su piel, a lo que ésta responde inmediatamente. Me gusta su sensibilidad y pienso que vamos a pasarlo muy bien. Mis labios acarician sus mejillas y le susurro al oído lo mucho que me gusta y lo que me apetece disfrutar de su cuerpo. Mis movimientos son lánguidos y muy, muy lentos, quiero erotizarla poco a poco. Miro a mi Amo y me doy cuenta de que es eso lo que quiere. No hay ninguna prisa, nunca la hay, nunca debe haberla...

Una vez la tengo desnuda me entretengo en sus pezones, los acaricio, los pellizco primero suavemente observando sus reacciones y empiezo a apretar, sigue respondiendo bien, se le escapa un gemido, se nota que lo disfruta, de modo que aumento la presión. Cierra los ojos y vuelve a abrirlos al escuchar mi voz.

No cierres los ojos, mírame a los míos, no bajes la mirada o te castigaré. Intenta mirarme pero no puede. No voy a repetirlo niña...

Finalmente consigue mirarme a los ojos, los suyos muy abiertos, sorprendidos. Le sonrío, se confía... Y tiro de sus pezones hacia abajo haciendo que se incline... Y ahora abre tus nalgas y muéstrate a mi Amo.

La perra mira hacia arriba sorprendida, no esperaba esa orden, pero mi mirada le indica que no bromeo, por lo que obedece sin rechistar. Suelto sus pezones y me pongo tras ella, empiezo a acariciar sus nalgas suavemente, casi sin tocarla, su piel de gallina. La cojo del pelo y la acompaño a la mesa. La doblo en un ángulo de 90 grados, abro sus brazos y los ato a la parte superior de las patas de la mesa. Ato sus tobillos, abro sus piernas y las tenso atándolas a la base de las patas más cercanas. Paso un dedo por su sexo y compruebo que la perra ya está húmeda. Menudo zorrón me ha traido, mi Amo, esta perra está ya como una moto.

Como sé lo que es la necesidad no quiero que sufra, de modo que introduzco un vibrador en su coño y lo sujeto con cinta aislante. Juego con mis dedos en su ano y hago lo mismo con un plug, sujetándolo también para que no se salga. La perra empieza a gemir. Sonrío y voy a buscar mi paleta.

Quiero que cuentes, pequeña, cuenta y dame las gracias por cada golpe. Si te descuidas empezaré de nuevo, si te equivocas empezaré de nuevo...

Y empiezo a azotar sus nalgas y sus muslos, subo poco a poco la intensidad y la fuerza, la perra resiste bien los primeros 20 golpes, a partir de ahí algún quejido sale de su garganta. Ya sé qué zonas son más sensibles y de vez en cuando le cae un fuerte golpe justo en ese punto que la hace brincar. Al llegar a 30 sus quejidos se confunden con sus gemidos de placer...

Si te corres sin permiso lo pagarás caro, cariño, muy caro, de modo que yo de ti me controlaría.

Sigo golpeando sin piedad, su culo está incandescente, caliente, según compruebo cada cierto número de golpes, pero veo claramente que así no la voy a romper.

Cambio de instrumento y empiezo a acariciar la espalda con el flogger, la sensibilizo y cuando menos lo espera me detengo. Cojo el aceite corporal y empiezo a masajearla, la perra se está muriendo de gusto, además el vibrador y el plug están haciendo efecto, en cualquier momento se correrá, no podrá contenerse y será castigada por ello.

Acaricio su espalda, su cuello, su cintura, sus nalgas calientes, sus muslos, introduzco mi mano entre ellos y llego a su clítoris, lo estimulo, lo pellizco con las uñas, no puede más, Señora! grita, y se corre entre convulsiones...

Oh, oh, perrita, te has corrido? Sí, Señora, balbucea ella entre estertores... Muy mal, querida, eso está muy mal, ahora voy a tener que castigarte por eso, con lo bien que estábamos pasándolo.

Cojo una vela roja y la parto por la mitad. Se la enseño y le informo de lo que va a suceder. Acto seguido, sin dejarla reaccionar, extraigo el plug de su culo y lo sustituyo por la vela. La enciendo y hago lo mismo con la que me queda en la mano. Empiezo a vertir cera desde cierta distancia, pero naturalmente el aceite hace que queme más aún. La perra empieza a quejarse pero eso no impide que vaya descendiendo mi mano al tiempo que sigo vertiéndola sobre su espalda. Se retuerce, gime.

Si te mueves mucho te quemarás con la vela que tienes insertada en el ano, así que yo de tí me estaría quietecita. El vibrador del coño la está estimulando de nuevo, la perra está nuevamente cachonda, sus flujos se deslizan por sus muslos, pero no voy a permitir que vuelva a correrse.

Cuando me canso de jugar con la vela, cojo de nuevo el flogger y me entretengo durante un buen rato en quitarle la cera con él hasta dejar su espalda y su culo impecables. La vela que tiene insertada en el culo se está consumiendo rápidamente, empieza a notar la llama y se está poniendo nerviosa, lo que le hace perder el control que ha intentado mantener hasta el momento... Ahora está donde la quería.

Extraigo la vela y el vibrador, la desato y hago que se incorpore. Su cara es un poema, no le gusta la situación, no sabe lo que viene, se mira las manos nerviosa y la sorprendo con una bofetada. Dónde te he dicho que miraras? Perdon Señora, dice muy flojito. Plass, otra hostia. No te oigo, perra! Perdón, Señora, repite levantando la barbilla... Sonrío para mis adentros, es dura y orgullosa, esta perra a cada momento me gusta más. Llevo sus manos a la espalda y le cdoloco mis esposas, uniéndolas con una cadena a la polea del techo.

Levantando barbilla y sacando pecho, eh, me has salido chulita? Bien, vamos a bajarte esos humos. Empiezo a trabajar de nuevo sus pezones, aumentando poco a poco la presión hasta tenerlos aplastados entre mis dedos índice y pulgar. Cierra los ojos y gime, lo está disfrutando otra vez, es su punto débil. Te gusta la presión, cariño? Vamos a darte presión. Cojo dos parejas de palillos y cuatro gomas elásticas. Coloco los palillos paralelos con el pezón derecho entre ellos y los uno con las gomas en sus extremos. Hago lo mismo con el otro pezón y acaricio su clítoris. Da un respingo, está mojada, lo va a gozar. Empiezo a jugar rozando el frontal de los pezones con las uñas, mientras paulatinamente acerco las gomas entre sí, aumentando de este modo la presión. Se muerde los labios, el dolor empieza a ser insoportable, lo sé, pero aún te queda mucho por aguantar.

Sigo trabajándola así, uniendo las gomas sin dejar de estimular los pezones, pasando mis dedos por su clítoris. Busca la penetración, adelanta las caderas... no querida, aun no te lo has ganado, no vas a tener placer hasta que yo lo decida, vas a mantenerte ahí, en lo más alto, donde el deseo duele. Es donde te quiero.

Coloco dos pinzas en la punta de los pezones, cojo el gato y empiezo a azotar sus pechos, a veces tocando solo piel, otras buscando los palillos, algunas sacudiendo las pinzas. La perra se queja, intenta escapar...

Pero tú no eras masoquista, querida? No responde. Azote intensísimo. He hecho una pregunta.
Sí Señora.
Eres masoquista y no me aguantas unos simples palillos?
Sí Señora.
Menuda mierda de masoca estás tu hecha, digo mientras me alejo en busca de otro juego de pinzas.

Coloco éstas unidas por una cadena en sus labios vaginales y cuelgo un peso del aro que une la cadena. Pinzo el clítoris con mis dedos y una tercera pinza lo abraza, la más dura. Acto seguido prosigo con el castigo usando el flogger. Los golpes caen en todas las pinzas, en los palillos, sus tetas, su vientre, su pubis. Gimotea, está excitadísima, lo noto. Cambio el peso de los labios y coloco una pieza más pesada. Quito la pinza del clítoris, le doy a chupar mi dedo índice y empiezo a estimularlo con él. He de tener cuidado, no va a aguantar mucho y no quiero que se corra aún. Le tengo preparada una sorpresa final.

Me detengo obteniendo una queja como respuesta y empiezo a jugar y bromear con los palillos girándolos sobre sí mismos. No podrá aguantar mucho más, se está rompiendo. Es el momento.

Qué te ocurre, perra? Duele mucho?
Sí Señora
Quieres que te los quite?
Por favor, Señora.
Qué me das a cambio?
Lo que usted quiera, por favor quítemelos, se lo suplico.
Lo que quiera? Estás segura
Duda, titubea, me mira a los ojos buscando averiguar lo que vendrá, pero naturalmente no lo descubre.
Sí Señora, lo que quiera.

Le quito las pinzas de los pezones rápidamente con dolor y empiezo a abrir los palillos liberándolos. Sin dejarla respirar, los trabajo con mis dedos haciendo que vuelva a circular la sangre. Le duele, intenta apartarse, pero una mirada la detiene. Aguanta firme el trabajo y me da las gracias.

Le dejo unos minutos de relax y desaparezco de su vista, volviendo instantes más tarde con un puro encendido y un alambre fino con forma de A.

Los sujeto con una mano y compruebo que sigue empapada. Teme lo que vendrá pero lo desea, necesita terminar. Me coloco frente a ella y pego el alambre al capullo del puro, lo mantengo así durante varios minutos. La miro y le sonrío con dulzura. Has dicho que me darías lo que qusiera. Voy a hacerte una marca superficial que sólo durará unos días, pero quiero que cada vez que te mires al espejo veas una A en tu pubis. Quiero que me recuerdes y desees volver a caer en mis manos.

Le tiemblan los labios pero aguanta firme.

Tienes una palabra de seguridad, verdad cielo?. 
Sí Señora, la tengo.
La quieres usar ahora?
sin dudar responde en voz alta y clara. No, Señora.
El alambre está ya al rojo. Dejo el puro en el cenicero y lo acerco a su piel.
Estás segura de que no quieres usarla? Sí, Señora.

Mis dedos empiezan a trabajar su coño, entran cuatro en su vagina mientras el pulgar trabaja su clítoris, respira rápido, agitada, no tardará en correrse, mientras se enfría un poco el alambre.

Ultima oportunidad, perra.
Adelante, Señora, responde con una mirada cargada de entrega y confianza.

Acelero los movimientos de la mano y justo en el momento que llega su orgasmo, ni antes ni después, acerco el alambre candente a su piel apoyándolo el tiempo justo para que una letra A quede grabada en la capa superior, mientras la perra se corre en un orgasmo bestial gritando mi nombre.

Anastasia ©
27.12.2013


No hay comentarios:

Publicar un comentario