sábado, 4 de enero de 2014

Fantasía o realidad? IV

Ha pasado un día agotador. Compromisos y obligaciones le han tenido todo el día fuera de casa. Por fin llega, ya entrada la noche, sus ojos reflejan cansancio, no creo que quiera jugar, de modo que decido no molestarle.

Le preparo un baño reconfortante y le dejo relajarse, mientras le preparo una copa y espero paciente en el salón.

Media hora más tarde se reúne conmigo, desnudo, sólo con una toalla envuelta en su cintura y mi collar en la mano. Oh oh, su expresión ha cambiado, ya no parece cansado, su mirada perversa ha aparecido y algo me dice que no se va a ir a descansar.

Le ofrezco su copa, lanzo al suelo mi cojín y me arrodillo a sus pies esperando que me diga lo que quiere de mí...

Sin decir una palabra se quita las zapatillas y estira las piernas. Ya sé lo que quiere. Soy una perra lista. Mi Amo quiere un masaje y se lo voy a dar.

Cojo uno de sus pies y empiezo a masajearlo, entreteniéndome demasiado tiempo en ello, ya se está impacientando, su ceja levantada lo indica. Sonrío traviesa e introduzco el dedo pulgar en mi boca. Empiezo a lamerlo, de éste paso al siguiente y así con todos, jugueteando con mi lengua entre ellos, dejándole sentir el calor de mi lengua y mi saliva. Lamo las plantas, los empeines, y paso al otro pie. Cuando los diez dedos han pasado por mi boca vuelvo al primer pie y paso suavemente la lengua por la cara interna del tobillo. Da un brinco. Sé que es uno de sus puntos más erógenos y me entretengo un buen rato en estimularlo mientras mis uñas acarician la parte externa del mismo. Paso al otro tobillo y repito mi tarea. Su respiración se acelera. Me siento poderosa, me siento perra y me siento suya.

Continúo subiendo, no hay una parte de su piel que escape al contacto, gemelos, rodillas, muslos, llego a sus ingles, depiladas y suaves, intento evitar acercarme a su sexo, aunque permito que mi cabello lo acaricie mientras lamo la ingle derecha, paso mi lengua muy humedecida y succiono la piel con mis labios, pero su polla me atrae como un imán, tan dura ya, tan grande, tan brillante y yo estoy tan excitada...

Finalmente cedo a mis impulsos y la beso con deleite, sólo un suave roce de mis labios y levanto la cabeza para comprobar su reacción, justo a tiempo de recibir la primera bofetada que gira mi cabeza y resuena en toda la habitación. Aun no he reaccionado que otra bofetada la vuelve a girar en sentido contrario. Acto seguido, como si se hubiera abierto un grifo, los flujos que desprende mi coño empiezan a llegar al suelo.

Perra sucia y viciosa, quién te ha dado permiso para besarla?

Miro al suelo y me disculpo humildemente... Calla zorra! Es la única respuesta que obtengo. Me coge del cabello, me obliga a incorporarme mientras le suplico que me deje seguir lamiéndole y me lleva hasta el centro de la mazmorra, ordenándome poner las manos a la espalda. Observo como elige cuidadosamente dos cuerdas de unos tres metros de longitud y unos cinco milímetros de diámetro. Ata cuidadosamente mis manos a mi espalda y refuerza la atadura con un cuidadoso encordado de mis codos.

Estoy enfadada, quería continuar mi masaje, resoplo de impotencia y me pongo de morros. Se coloca ante mí, levanta mi cabeza, mira mis ojos que desprenden fuego y lee en ellos deseo, excitación, rebeldía, lo que le complace. Introduce un dedo en mi sexo y lo retira empapado mostrándomelo. 

Te das cuenta, querida, de lo zorra que eres? Te voy a castigar por ser tan impulsiva e indisciplinada. Saborea tus propios jugos.

Levanto más la barbilla, aprieto los labios y le miro retadora a los ojos, le estoy provocando a conciencia, sé que es un juego peligroso pero no puedo detenerlo.

Toma una de las cuerdas y empieza a ceñir mi pecho derecho con un lazo bien apretado en el nacimiento del pecho y dando vueltas hasta cubrirlo por completo, apretando un poco más en cada giro.

El pecho adquiere un volumen inusitado y un más que evidente color rojizo. Besa delicadamente el pezón, le da un leve mordisco y un pellizco, pasando a repetir la operación con el otro pecho.

Estás preciosa, perra, me encanta ver tus enormes pechos así...

Aflojo la presión de mi boca, estoy excitada, mis labios se entreabren. Vuelve a explorar mi sexo está empapado, busca mi punto G, lo acaricia con unos suaves toquecitos y unos movimientos circulares. Rápidamente nota como aumenta de volumen y aparecen muchas terminaciones nerviosas que se asemejan a finas agujas.

Notas esa hinchazón, perra?
La noto, mi Amo. 

Mi respiración se agita, mi pecho sube y baja, suspiro. Me sitúa bajo la cuerda que pende de la polea, la sujeta de dos lazos que ha dejado, uno en cada pecho, calcula exactamente la longitud y calidad de los nudos. Quiere que la tracción sea exactamente la misma en cada pecho.

Empiezo a notar como mis pechos son traccionados hacia arriba. Gimo, no sé lo que va a venir, empiezo a ponerme nerviosa, estoy asustada. Espero que no quiera izarme sólo de los pechos, es demasiado peso. Deja de traccionar cuando mis pies hacen un ángulo de 45º con el suelo. Se coloca detrás de mí y me acaricia la espalda con suavidad...

Cierro los ojos y me dejo llevar por esa sensación, sigue pasando el dedo por mis hombros y brazos, acariciándolos con ambas manos. Noto su aliento en mi nuca, su lengua la lame tres veces y un escalofrío recorre mi cuerpo. Vuelve a mi punto G.

Ufff estás chorreando, dice mostrándome un palo separador de unos 70 cm.

Coloca una tobillera en cada uno de mis tobillos, son de cuero negro, brillantes. Me da unos ligeros golpes con su mano en la cara interna de mis muslos. Separa las piernas, cariño...

No puedo hacerlo, cuanto más separo las piernas más fuerte es la tensión en mis pechos... no puedo, mi Amo.

Coge la fusta y empieza a azotarme los muslos. Creo que no me has entendido, perra.

Como puedo voy separando los pies, yo misma aumento el castigo al incrementar la fuerza de las cuerdas en mis pechos.

Más perrita, un poco más.
Duele, mi Amo.
Sí, sé que duele. 

Me besa en la boca, un beso muy, muy largo. Sus labios sobre los míos, nuestras lenguas acariciándose. Ese beso me da fuerzas y separo las piernas un poco más, un poco más hasta que puede colocar el separador.

Ahora esta perra está preparada para recibir 30 azotes con el flogger en sus nalgas y 20 en la espalda. Te voy a amordazar, no quiero que me molestes con tus lamentos y quiero verte también babear y gemir, pero antes...

No, por favor, mordaza no.

Me pone la mordaza, coloca una silla ante mí y empieza a jugar con mi clítoris que al instante se pone duro como una pequeña polla. Lo roza suavemente con la punta afilada de un palillo. Lo pincha varias veces muy suavemente en los lados. La reacción es instantánea, noto como el orgasmo está ahí, a punto a explotar, pero sé que no debo, no puedo hacerlo sin su permiso, el castigo por esa falta es muy severo, pero me está llevando inevitablemente hacia él. 

Introduce dos dedos en mi sexo y empieza a presionar mi punto G, aumentando la velocidad de sus movimientos. Intento pensar en otra cosa pero mi mente está centrada en el placer que me está provocando, más rápido, no se detiene, el sonido de su voz, de mis flujos chocando contra su mano. Lo intento controlar, es imposible, mi tensión aumenta las sensaciones, no pare, por favor, no se detenga, mis pechos duelen, sigue, más fuerte, más presión hasta que noto como llegará en un segundo. Balbuceo intentando pedirle permiso pero la bola es grande y está toda dentro de mi boca, no puedo hablar y me corro, no puedo suplicar y me corro, dios me corro...

Con las convulsiones que provoca el orgasmo quedo prácticamente colgada de mis pechos en algunos momentos, el dolor es muy alto pero ni lo noto, al contrario, hace que el orgasmo sea todavía más bestial. Babeo y gimo como una perra sucia y libidinosa y El disfruta de la escena, soy suya y juega conmigo como le gusta hacerlo.

Recuperado el control empieza el miedo, por el castigo merecido. Le miro asustada mientras espera tranquilamente a que acabe de correrme, manteniendo sus dedos en mi interior hasta que la sensación es ya insoportable para mí.

Ahora, pequeña, vamos a aplicar el castigo...

Estoy supersensibilizada, va a ser muy duro. 
Me gusta que te hayas corrido ya para que la flagelación sea más efectiva. Como si leyera mis pensamientos... Sí, va a ser muy duro, pero así lo quiero.

Las manos y los codos me duelen, mis pechos tienen son ya de un precioso color morado, comprueba la temperatura de todas mis partes atadas. Bien, podemos continuar.

Le digo que no con la cabeza, le suplico con los ojos que se detenga y no sé como pudo conseguirlo. Estoy nerviosa y atemorizada y El lo disfruta.

El flogger restalla en mis nalgas con el primer golpe al que le siguen otros veintinueve. Los propina sin detenerse, sin variar de intensidad, fuertes desde el primer momento. Mi culo está rojo, arde. Deja el flogger y se coloca frente a mí. Varios lagrimones corren por mis mejillas, mis pechos llenos de babas, pero observa que un líquido espeso y blanquecino parecido al semen cae en el suelo.

Qué es esto, perra? Qué sueltas por tu coño? Te corres como un hombre?

Me muero de vergenza, me pongo roja hasta la raíz del cabello.

Voy a ver de dónde sale esta porquería. Introduce dos dedos, luego tres, va moviendo sus dedos con habilidad abriendo camino a los otros. Estoy tan empapada que no hace falta lubricar para que entre toda su mano. Quiere meterla entera para averiguar de dónde sale mi leche. Mis caderas se adelantan, mis nalgas se tensan. Gimo de placer y dolor, la quiero más adentro, quiero más y más, me muevo lujuriosa intentando follarme su mano con suaves movimientos de mis caderas. Más fuerte, quiero que me rompa el coño, le busco más profundo, más rápido.

No te corras, sería la segunda vez y sabes que si lo haces tendrás agujas, tu peor castigo.

Pero ya loca de deseo continúo follando salvajemente esa mano. Intento parar pero es imposible, no puedo detenerme e irremediablemente, antes de darme cuenta, llega el segundo orgasmo. Bestial, fabuloso, retorciéndome, gimiendo, babeando, eyaculando, orinándome de placer...

Sonríe satisfecho. Eres una auténtica perra asquerosa y sucia! Frota mi cara con todos esos fluidos, estoy avergonzada, acojonada...

Desata mis codos y manos y las lleva a la nuca, haciendo un nuevo anudado. Vamos a terminar el castigo y empieza con mi espalda. Disfruta haciéndolo, le gusta usar mi espalda y azota buscando dejar marcas. Mis tetas van a reventar, mi espalda empieza a quemar, los golpes son implacables.

Se ríe a carcajadas, una risa perversa y sensual. No vas a poder llevar escotes en un par de semanas, zorra.

Finalizado el castigo me suelta los pies y la cuerda que me sujeta del techo. Deshace el nudo y vuelve a realizar el original, con las manos unidas sobre mi culo. Me obliga a arrodillarme y lleva mi cara hasta el suelo. 

El culo en pompa, puta. Ofréceme tu coño, te voy a usar.

Y sin más preámbulos me penetra y me folla como la perra que soy, llegando mi tercer orgasmo al notar su leche caliente vaciándose en mi interior.

Me levanta y me lleva hasta la jaula, tirando de mi melena y me obliga a entrar dejándome allí atada a la espera de que le apetezca usarme de nuevo, sin comida ni agua durante horas, pero tampoco las necesito porque El es mi único alimento.

Anastasia ©
28.12.2013


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