jueves, 16 de enero de 2014

Solamente una vez...

Una sola noche. Ese es el acuerdo. Una noche que nunca ha existido y que jamás volverá a repetirse. Encontrarse, beberse, llenarse el uno del otro, disfrutar lo que tantas veces han hablado, han imaginado juntos o por separado. Comprobar que la magia existe, que es real y no un sueño. Demostrarse que lo que se han dicho, lo que se inspiran, no son solo palabras... 

A la hora establecida un beso cargado de emoción en el hall de un céntrico hotel. Una mirada, una caricia en la mejilla y no hace falta más. La explosión de los sentidos se produce, incontrolable, incontinente, arrastrándolos con la fuerza que desprenden las necesidades que surgen del alma, de lo más profundo del ser humano, de sus deseos más oscuros y recónditos.

Sin palabras, dos manos unidas caminando hacia lo que debía haber ocurrido en otro momento, en otro lugar, en otras circunstancias. No importa, sólo importa que están juntos. Aquí y ahora, en el ascensor que les llevará al placer, a la perversión, a la lujuria, al morbo, a sus secretos compartidos. 

Llevan horas jugando. La perra agotada, sus ojos brillantes, su cuerpo dolorido, los labios hinchados de deseo, sus pezones erguidos. Dos cintas elásticas en las manos de El. "Te prometí que lo haría, pequeña... y lo prometido es deuda". Empieza a envolver el pezón derecho con una de ellas. Una vuelta, otra vuelta. A cada giro aprieta un poco más. Cinco vueltas, la respiración de la perra se agita. Sigue girando sin dejar de mirarla a los ojos, grabando cada expresión de ella en sus retinas. La mirada de ella clavada en la de su Dueño, buscando su satisfacción, su excitación. Diez vueltas, empieza a doler. Un gemido que es acallado con un beso lascivo, escapa de su garganta. Sigo, pequeña? Sigue, mi Amo. Más vueltas, más presión. Quince vueltas, el dolor ya parece insoportable, pero sabe que aun no ha llegado donde quería y eso es lo importante, que llegue donde desee. Veinte vueltas, una lágrima, una sola corre por sus mejillas. El la atrapa con su lengua y la bebe. Sonríe, la besa ahora dulcemente. Introduce un dedo en su sexo, después otro. Gime quedamente comprobando su humedad e inicia su labor con el otro pezón. Nuevamente el dolor, nuevamente el suave quejido, nuevamente los besos y las miradas, empapándose ambos de cada instante.

Finalizado el engomado, Sus manos empiezan a recorrer el cuerpo de la mujer. Manos rudas, manos suaves manos fuertes, manos que castigan y acarician, manos que en este instante sólo buscan hacerla sentir, transmitirle, piel con piel, lo mucho que la desea. Le explica al oido lo que sucederá, de qué formas la va a poseer y como la hará gritar de placer. De qué manera la va a usar, qué hará con su boca, como disfrutará de ella, de su cuerpo, de su mente y de su voluntad de servir. Mientras tanto, su mano se desliza de nuevo hasta el coño de la perra. Empapado. Un suspiro. Saca la lengua, se lame los labios mientras los dedos de El empiezan a trabajar su clítoris, lo presionan, hacen círculos, rápido, fuerte, lo pellizcan. Su dedo pulgar permanece acariciando ese punto mientras otros dedos invaden su intimidad, entran en su sexo, exploran, buscan, llegan al punto G, un brinco de la mujer acompaña ese gesto, momento que El aprovecha para morder suavemente el pezón derecho, el más sensible. Un grito de placer invade el espacio, los sentidos de El. Acelera el ritmo, su mano se la folla fuerte, muy fuerte y duro, muy duro. Sin piedad, mientras mordisquea los pezones de uno a otro. Dolor, placer. La obliga a tumbarse en la cama, las piernas abiertas para El. Su mano más adentro, cada vez más adentro, entera, hasta la muñeca. Sus dedos bailando en su interior, la otra mano pellizcando la punta de los pezones. El cuerpo de ella saltando sobre la cama, tanta es la tensión... me voy a morir, Diosss, grita ella. Disfrútalo mi niña, susurra El. Le mira a los ojos, sabe que es el momento, las convulsiones previas al orgasmo se apoderan del cuerpo de la perra. La mano de El acelera el ritmo y con la otra suelta una de las gomas. No hay tiempo que perder, deshace las 20 vueltas rápidamente. Ella grite, gime, suspira, babea, suplica. Por favor mi Amo, permiso para correrme. Aun no, perra, queda otra goma. Deshace el segundo nudo, despacio, permitiendo que disfrute de cada instante de dolor, quita las últimas cinco vueltas de golpe. Un grito incontenible de dolor y gozo. Ahora! Sí!!!!!! Y se corre en un orgamo bestial eyaculando y orinándose de placer sobre la mano de su Amo... 

Desmoronada en sus brazos, relajada, feliz, disfrutando de su olor, de su voz y de sus suaves caricias, la perra no puede evitar pensar que aún quedan varias horas para que amanezca... y sonríe.

Anastasia ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario