sábado, 10 de mayo de 2014

Entrega?

Sé que este post va a levantar ampollas y vaya por delante que con mis palabras no pretendo juzgar ni condenar ninguna actitud. Líbreme dios! Básicamente porque no me considero una persona impoluta de pecados y, como siempre digo, tengo más defectos que virtudes, pero hace tiempo, demasiado tiempo ya, que este tema me quema en las teclas y no sería yo si no dijera lo que pienso. Aunque en esta ocasión, a diferencia de otras, espero conseguir ser justa y sobretodo sutil, principalmente porque la mayoría de l@s amig@s que me leen se encuentran en el caso que voy a comentar, y nada más lejos de mi intención que ofenderles.

Desde niña supe que era distinta, que tenía deseos distintos y fantasías diferentes a las de las otras niñas. Ellas soñaban con un príncipe azul que las recogiera en un caballo blanco y yo con un Cabrón que me diera dos hostias antes de raptarme para usarme a su gusto, que me encerrara en una celda y me sacara de ella sólo para sus perversiones, etc.etc. (no es literatura, es auténtico).

Más adelante, transcurridos los años y ya en la madurez, entré en este mundo maravilloso y, bueno, ya he explicado por ahí abajo como surgió la necesidad de vivir mi sumisión y cómo dí mis primeros pasos en este mundo que adoro, así que no me repetiré, pero sí hay algo de lo que no he hablado y es preciso que lo cuente para dar pie al asunto que quiero comentar.

Cuando tuve claro que quería vivirlo, que necesitaba vivirlo, más bien, yo estaba casada. Un matrimonio convencional, con un hombre convencional, al que de ningún modo podía hablarle de mis inclinaciones en este sentido. Sabía perfectamente que no lo entendería y que mucho menos estaría dispuesto a experimentarlo conmigo. Poco a poco, la necesidad empezó a ser acuciante. Naturalmente quería a mi marido, pero una parte de mí luchaba por salir. Mi vertiente sumisa se abría paso con toda la fuerza del universo. Seguía siendo la esposa y madre ejemplar, pero cada día que pasaba me sentía un poco más frustrada por no poder dar salida a esos impulsos que sentía desde muy jovencita. Naturalmente, esta frustración, como todas, empezó a hacer mella en mi matrimonio, la relación empezó a no ser tan bonita como antes y en poco tiempo se volvió insostenible. 

Yo sabía que estaba en mi mano recuperar aquella historia, conseguir que volviéramos a ser felices, puesto que el amor no se había acabado. Era yo, era esa perra, la que lo estaba destrozando poco a poco, al mismo tiempo que me destrozaba a mí misma, así que tenía que tomar una decisión. O bien olvidaba mis fantasías, recuperaba mi matrimonio y seguía siendo esa esposa clásica y ejemplar o, por el contrario, daba un giro de timón total y absoluto a mí vida, rompía con mi pareja y me lanzaba a por lo que necesitaba vivir.

No hace falta que explique cuál fue mi decisión. Estoy aquí. Pero sí que en estos once años transcurridos ni un solo momento me he arrepentido de tomarla. El bdsm cambió mi vida, me permitió ser yo misma, ser auténtica y sobretodo ser más libre de lo que había sido nunca. 

Pero... siempre existe un pero, llego a este mundo y me encuentro con que la mayoría de sus integrantes están casados o tienen pareja, al margen de sus relaciones bdsm. Que el 99% (por decir una cifra, que no he hecho una estadística, conste) de l@s Dominantes y sumis@s llevan una vida paralela. Y van pasando los años y sigo encontrándome con lo mismo. Sumisas a las que se le llena la boca al hablar de su entrega absoluta, incluso de esclavitud en algunos casos (dios mío!) pero digo yo que no será tan absoluta cuando tienen que cumplir con el que duerme al lado. Si el/la Amo/a exige, por poner un ejemplo, castidad durante tres meses... pasarán tres meses sin acostarse con el marido o la esposa?. No, claro, eso es un límite, igual que las marcas. Dominantes que presumen de cuidar a su sumisa totalmente y en todo momento, y también se me ocurre que si la sumi llama un sábado por la noche para que la lleve al hospital por un ataque de ciática, va a ser complicado montarse una excusa para la parienta. Bueno, eso no ocurriría porque seguramente no pueden comunicarse fuera de las horas estipuladas.

Entrega en cuerpo y alma... Lo siento pero no me cabe en la cabeza. No entiendo como puedes entregarte a una persona viviendo en pareja con otra. Tanto el Dominante como la sumisa (hablaré en estos géneros porque es lo que más abunda por aquí) no son una parte independiente del hombre, el esposo y el padre o de la mujer, esposa y madre. Comparten cuerpo, alma y mente. No me vale que me digan esa parte de mí es suya y la otra es de mi marido (o esposa). No hay compartimentos. Y ellos y ellas lo saben, porque si realmente fuera así de sencillo no tendrían que engañar a sus parejas convencionales (nunca usaré el término vainilla), se lo explican y listo, no?

Y al final resulta, tristemente, que la mayoría de relaciones bdsm son unos cuernos ordinarios, y me da una rabia tremenda que se vulgarice la belleza de una relación D/s, tanta pena que si no lo digo reviento.

Sé que cada historia es un mundo, que todos tenemos nuestras propias circunstancias que a veces se traducen en miedos o en imposibilidad de ir a por lo que deseamos, es por eso que, como he dicho al principio, no me atrevería jamás a juzgar a nadie y así espero que lo interprete todo aquel que lea esta reflexión, pero no puedo entender cómo pueden vivir la entrega que requiere una relación D/s, compartiendo su intimidad con otras parejas. No puedo entenderlo.

Anastasia ©


1 comentario:

  1. Creo que hay muchas veces que se confunde el BDSM con un juego erótico y en mi opinión el BDSM es otra cosa. Si hay entrega debe haber también disponibilidad. Es verdad que no vivimos la mayoría en relaciones 24/7, pero en mi caso el único limite de disponibilidad es el derivado del trabajo, fuera de esas horas estoy, por voluntad propia, a SU entera disposición.

    ResponderEliminar