sábado, 17 de octubre de 2015

Un mal sueño

Por mucho que pensemos que tenemos la vida planificada; por mucho que creamos saber lo que va a venir, como van a ser nuestros años venideros; por mucho que aseguremos que lo tenemos todo controlado, cuando menos te lo esperas, va el destino y, sin preguntarnos, sin consultar ni avisar, nos descoloca. Un golpe de suerte o de mala suerte hace que las circunstancias nuestras o las de aquéllos a quienes queremos, cambien de repente, y eso que algunos describen como nuestro castillo de naipes, se desmorona en un segundo y donde ayer reíamos hoy lloramos, donde ayer bailábamos hoy no podemos ni dar un paso tras otro, donde ayer éramos felices, hoy nos sentimos una mierda.

Cuando nos ocurre algo así, actuamos por impulsos. Hay quien no se levanta de la cama y se deja hundir y hay quien aprieta los dientes y sigue adelante fingiendo que todo va bien, que está tocado pero no hundido, gritando a los cuatro vientos a todo aquél que quiera escucharle que de otras batallas más duras ha salido victorios@ y que de ésta también lo hará, pero la realidad es bien distinta y más aún cuando el golpe lo recibe una sumisa.

Una sumisa que cuando se mira al espejo ve un fracaso, alguien que no ha conseguido conservar lo que tenía, alguien tan poco valioso como para no ser querido ni cuidado, alguien que no merece la pena... y ahí, justo ahí, empieza la autodestrucción. En el mismo instante en que dejamos de querernos y respetarnos es cuando comenzamos a hacernos daño, si no nosotros mismos, a buscarlo.

Llevo muchos años en este mundo, tantos que ya he perdido la cuenta. He vivido cosas buenas y algunas (muy pocas) menos buenas. Aquéllos a los que he pertenecido me han adorado, me han educado, me han formado y me han hecho crecer como mujer, como persona y por supuesto como sumisa. Y me enseñaron, me enseñaron muchas cosas, sobretodo me enseñaron lo que NO era D/s, lo que NO era cuidar a una sumisa, lo que NUNCA debía hacer y a lo que NUNCA debía prestarme. Me enseñaron de donde debía SALIR corriendo y me enseñaron lo que NUNCA había de aceptar....

Y lo olvidé. Lo olvidé todo. Fallándole a aquéllos que me amaron y a los que amé y respeté. Despreciando a mis Maestros y Guías, a quienes me cuidaron como su más preciado tesoro e hicieron de mí la mujer que soy hoy. Lo olvidé, o más bien lo obvié, y me lancé de cabeza a todo aquello que aprendí que no debía lanzarme. Viví con la cabeza inclinada y la mirada baja. Sufrí lo que nunca había sufrido, el dolor, la humillación, el desprecio. Me convertí en la perra que nunca quise ser y lo peor de todo es que siempre fui consciente de ello.

Busqué mi castigo, mi penitencia, mi autodestrucción por creer que no merecía la pena, por creer que no valía lo suficiente, por pensar que no era digna de un buen Dominante, por no ser la diosa que creía ser, cuando no fue hasta el preciso momento en que acepté vivirlo así cuando dejé realmente de ser esa diosa. Justo en el instante en que dejé de quererme.

Ya ha pasado todo. Mi Dueño me rescató y lleva semanas curando mis heridas. Estoy a salvo de nuevo entre sus brazos y a sus pies. Vuelvo sentirme segura y tranquila, incluso vuelvo a reir a carcajadas. Todo lo que ocurrió quedará en mi memoria como un mal sueño, porque me niego a culpabilizarme o reprocharme mi error, pero no voy a olvidarlo, igual que nunca volveré a olvidar que debo quererme, que no soy responsable de las cosas que ocurren a mi alrededor, que las circunstancias cambian, que no puedo controlarlo todo y que lo que tenga que ser, será, pero ni me he de llevar todo el mérito cuando salga bien, ni será mi fracaso cuando salga mal.

Y sobretodo no volveré a bajar la mirada ni a arrodillarme ante quien no lo merezca.

He dicho!

Anastasia




lunes, 8 de junio de 2015

De egoísmo y sumisión

Muchas veces me he preguntado por qué soy sumisa. Ya, ya sé aquello de que lo llevamos dentro, del afán de servir, etc, etc. ¿Pero realmente la sumisión es un gesto de generosidad o más bien todo lo contrario? Me explico. Existen personas que se consideran generosas en grado sumo porque siempre ayudan a aquél que lo necesita, se ponen a disposición de cualquier desamparado intentando remediar o, cuanto menos, paliar sus males, incluso hay quien se arruina ayudando a otros.

Visto desde fuera seguramente aparentan un altruísmo innato, pero en realidad ¿qué es lo que oculta su gesto? ¿No se trata, en el fondo, del placer que les otorga saberse útiles? ¿De la satisfacción que proporciona hacer una buena obra o sentir que gracias a ti alguien se siente más dichoso o tiene menos problemas?

¿Dónde está entonces la generosidad? No existe. Acaba siendo un acto puramente egoísta en el que buscan su propio bienestar a través de un gesto hacia el prójimo.

Y cuando aplico esta teoría (mi teoría, que no tiene por qué ser acertada, pero como es mía me la creo a pies juntillas), digo, cuando aplico esta teoría a la sumisión, me doy cuenta de que se trata exactamente de lo mismo.

Cuando me pongo a los pies de alguien, le sirvo, le atiendo, le cuido, es decir, me entrego, ¿lo hago por su bienestar o más bien por el mío?. Si le cedo mi cuerpo para sus prácticas es precisamente porque yo disfruto esas prácticas y cuando realiza prácticas que no disfruto per sé, obtengo la satisfacción que me brinda saber que estoy soportando aquello por El. Porque soy una gran sumisa, su orgullo me llena y saberle feliz de tenerme me proporciona un placer mental mil veces más intenso que el físico.

Si a esto le añadimos que la D/s ha de resultar satisfactoria para ambas partes y que, en cierto modo, el Dominante se acaba convirtiendo en un esclavo del placer de su sumisa (otra teoría que desarrollaré en breve, pero dejo aquí para que se vaya reflexionando sobre el asunto); si le agregamos que cada paso que da la sumisa, cada límite que rompe, la hace sentirse aún más orgullosa de ella misma (sí también de El por conseguirlo, pero prioritariamente de ella por traspasarlo) y lo salpimentamos también con el placer físico que obtiene la sumisa como premio a su entrega...

¿No se trata la sumisión de un acto de egoísmo?

Ahí lo dejo.

Anastasia

domingo, 7 de junio de 2015

Y tú ¿cueces o enriqueces?

¿Y a ti te someten o te sometes? Hoy, haciendo eso que más me gusta, hablar de BDSM, alguien me ha preguntado, ¿y tú qué tipo de sumisa eres? ¿Fácil o difícil de someter? Y no he tenido ningún problema en responder que yo soy imposible de someter. A mí no me someten, soy yo quien se somete a quien se lo gana.

A mi interlocutor le ha parecido sorprendente la respuesta e insistía, te somete quien es capaz de hacerlo. No. Me someto yo, repito, ante quien es merecedor de tal premio y, sobretodo, ante quien veo capaz de corresponderme en la misma medida. (En breve entraré en la calidad egoísta de la sumisa, pero el tema da para un post propio que dejaré para otra ocasión).

El caso es que, por lo visto, es la primera vez que este caballero obtiene tal respuesta, a pesar de los muchos años que lleva en el asunto, y eso me ha llevado a comprobar, uuuuuna vez más, que soy un bicho raro.

Pero no he dicho ninguna tontería, ni tampoco ha sido un acto de pretensión u orgullo. Lo he comentado varias veces (y eso sí es orgullo). En los años que llevo en esto he pertenecido a cuatro Amos. Los mejores Dominantes, en todos los casos. Caballeros a quienes les debo lo que hoy soy, porque son ellos quienes convirtieron a una mujer en una Diosa...

Si bien ninguno de ellos me sometió. Les conocí, les estudié, me dí cuenta de que eran lo mejor para mí; es más, en todos los casos me dije: le has encontrado, nena; pero yo y sólo yo decidí regalarles mi sumisión y entregarme a ellos. Ninguno doblegó mi voluntad, ninguno me obligó a arrodillarme y ninguno con su mirada consiguió hacerme callar. Me temo que no ha nacido alguien capaz de eso. Mi voluntad la doblegué yo porque eso me producía placer, me arrodillé yo por la satisfacción que arrodillarme me brindaba y callé porque eso es lo que Ellos querían y me apetecía que se sintieran orgullosos de mí, sencillamente porque consideré que merecían ese regalo.

Otros lo han intentado, otros han querido que fuera suya, Caballeros igualmente Dominantes y muy fuertes, y no lo han conseguido. No me parecieron merecedores de mi entrega y no se la dí, o quizás pensé que no serían capaces de darme lo que yo necesito. Es así de simple.

Pero mi respuesta, indudablemente, es que yo me someto. ¿Y tú? Piénsalo.

Anastasia©

jueves, 2 de abril de 2015

Humillación

Como siempre vaya por delante que respeto cualquier opción, gusto, práctica y parafilia. No seré yo quien juzgue lo que hacen otros, siempre y cuando lo disfruten, ojo. Pero me gustaría dar hoy mi perspectiva personal al respecto de la humillación dentro del bdsm.

Hace ya mucho tiempo aprendí que una de las muchas cosas buenas que nos aporta este mundo es la posibilidad de crecer y engrandecernos abriendo nuestras mentes, perdiendo tabúes i prejuicios, pero nunca la de menguarnos o anularnos.

Y es más, ese crecimiento no se delimita a nuestra parcela bdsm, sino que se aporta a nuestra identidad en cualquier aspecto de la vida.

Dicho esto, recuerdo que personas con años de experiencia me enseñaron cuando aún daba mis primeros pasos bedesemeros que si algo no debía permitir jamás es que otra persona, ostentara el rol que ostentara, me despojara de lo más grande que tengo. Mi dignidad.

Y vive Dios que lo aprendí!

Pero no se confundan, no lo aprendí porque siguiera aquellos consejos… en realidad creo que en mi puñetera vida he hecho caso a ninguno. Si lo aprendí fue porque todos los grandísimos Dominantes a los que he pertenecido han opinado exactamente igual que aquellas personas. Supongo, es más, estoy prácticamente segura, que si hubieran pensado lo contrario hoy mi discurso sería otro (o tal vez estaría fuera de esto desde hace años). De todos es sabido que quien hace a la sumisa es el Dominante y en ese caso me habrían llevado a entender la humillación como una parte del crecimiento y bla bla bla, pero como se da el caso de que ha sido al revés, pues qué quiere que le diga. No lo entiendo.

No entiendo donde está el crecimiento de una mujer obligada a comer del suelo, o sucia como un animal rodeada de basura, o usada como un vulgar agujero sin identidad. No me cabe en la cabeza donde está el placer de un enema, de ver como la persona a la que no olvidemos que como Dominante estás obligado a cuidar, digo, de ver cómo retiene hasta cinco litros de agua en su vientre sin poder expulsarlos y no entiendo qué puede aportarme de sano y hermoso que la persona a quien le hago un regalo tan precioso como mi entrega, me premie con insultos y desprecios, escupiéndome a la cara o regalándome a otros para que hagan conmigo lo que no tienen cojones de hacer con sus mujeres.

No me cabe en la cabeza qué tiene de dominación y sumisión arrastrar a otra persona por el barro, vejarla, degradarla y despojarla de su dignidad y su orgullo por el mero placer de sentirse superior, más grande y más poderoso.

Y ahí está el quid de la cuestión.

Lo escribí hace tiempo: “no me azotes para sentirte más grande, más macho o más fuerte, porque eso te convertirá en hormiga hembra a mis ojos.”

Y a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Reitero, ésta es mi perspectiva personal vista desde mi forma de vivirlo. Desde lo que me han enseñado, lo que he aprendido y la manera en que siempre he sido tratada. No digo que sea malo ni critico a quien lo practique, me limito a dar mi opinión... y si no lo digo, reviento.

Anastasia©

domingo, 11 de enero de 2015

Una lección de Amor

Desde que entré en este mundillo, una de las más frecuentes polémicas en las que he participado ha sido el asunto de las vidas paralelas. Nunca he podido entender –y sigo sin hacerlo- la entrega total a un Amo cuando duermes con tu marido, follas con tu marido, comes con tu marido y, en resumen, compartes tu vida con tu marido. Hablando de sumisas, claro, aunque lo mismo puede aplicarse al otro lado de la moneda.

Cada vez que he manifestado en algún foro que una relación bdsm al margen de tu pareja convencional son unos tristes cuernos, los disfraces de lo que los disfraces, se me han tirado al cuello decenas de Am@s y sumis@s casad@s o emparejad@s con el consabido, eso no son cuernos, no es infidelidad, no es engaño, es ir a por lo que necesitas y bla bla bla.

Han sido tantas veces las que he participado en este debate que ya me aburre porque, al fin y al cabo, la visión de las cosas siempre depende del cristal a través del que se mire, y yo miro con el mío y ell@s con el suyo, así que opté por dejar de opinar sobre el asunto (que no juzgar, cosa que no hago jamás) y que cada uno haga de su capa un sayo.

Pero hoy vuelvo a la carga. Y vuelvo a la carga porque una sumisa y su marido (no bedesemero) me han dado una lección de honestidad y amor que no puedo (ni debo) dejar de comentar, aunque muchos de los que leais esto sabréis perfectamente de quien estoy hablando. Y quiero compartirla (la lección, digo), en primer lugar porque me parece tan loable que considero que merecen un homenaje, y en segundo porque soy tan pretenciosa que me niego a dejar escapar la oportunidad de demostrar que tengo razón.

Honestidad es decirle a tu pareja convencional (no, no pienso decir vainilla) que amas el bdsm, que te sientes sumisa y que necesitas vivirlo. Que has conocido a personas de este mundo, que has experimentado con otros hombres, que has pertenecido a algún Dominante y que esto es lo que te pide el cuerpo. Que no por ello le amas menos, pero que no estás dispuesta a engañarle y hacerlo a sus espaldas, que necesitas su beneplácito para vivir lo que deseas y que por eso se lo cuentas.

Sí. Eso es honestidad y transparencia, eso es respeto y eso es coherencia, CO-HE-REN-CIA con mayúsculas, señores.

Y ¿amor? ¿qué es amor?. Amor es el que te demuestra tu pareja cuando te dice que adelante, que si es lo que necesitas no dejes de vivirlo, que dé su consentimiento a que experimentes, sientas, sufras, disfrutes y busques a la persona ideal para recorrer ese camino.

Amor y Honestidad. Gran lección, Mari. La tuya y la del enorme Hombre que tienes al lado. Mis respetos y admiración para ambos porque así se hacen las cosas, así se demuestra el cariño y el respeto y así se vive con dignidad.

Tenía que decirlo.


Anastasia ©