lunes, 8 de junio de 2015

De egoísmo y sumisión

Muchas veces me he preguntado por qué soy sumisa. Ya, ya sé aquello de que lo llevamos dentro, del afán de servir, etc, etc. ¿Pero realmente la sumisión es un gesto de generosidad o más bien todo lo contrario? Me explico. Existen personas que se consideran generosas en grado sumo porque siempre ayudan a aquél que lo necesita, se ponen a disposición de cualquier desamparado intentando remediar o, cuanto menos, paliar sus males, incluso hay quien se arruina ayudando a otros.

Visto desde fuera seguramente aparentan un altruísmo innato, pero en realidad ¿qué es lo que oculta su gesto? ¿No se trata, en el fondo, del placer que les otorga saberse útiles? ¿De la satisfacción que proporciona hacer una buena obra o sentir que gracias a ti alguien se siente más dichoso o tiene menos problemas?

¿Dónde está entonces la generosidad? No existe. Acaba siendo un acto puramente egoísta en el que buscan su propio bienestar a través de un gesto hacia el prójimo.

Y cuando aplico esta teoría (mi teoría, que no tiene por qué ser acertada, pero como es mía me la creo a pies juntillas), digo, cuando aplico esta teoría a la sumisión, me doy cuenta de que se trata exactamente de lo mismo.

Cuando me pongo a los pies de alguien, le sirvo, le atiendo, le cuido, es decir, me entrego, ¿lo hago por su bienestar o más bien por el mío?. Si le cedo mi cuerpo para sus prácticas es precisamente porque yo disfruto esas prácticas y cuando realiza prácticas que no disfruto per sé, obtengo la satisfacción que me brinda saber que estoy soportando aquello por El. Porque soy una gran sumisa, su orgullo me llena y saberle feliz de tenerme me proporciona un placer mental mil veces más intenso que el físico.

Si a esto le añadimos que la D/s ha de resultar satisfactoria para ambas partes y que, en cierto modo, el Dominante se acaba convirtiendo en un esclavo del placer de su sumisa (otra teoría que desarrollaré en breve, pero dejo aquí para que se vaya reflexionando sobre el asunto); si le agregamos que cada paso que da la sumisa, cada límite que rompe, la hace sentirse aún más orgullosa de ella misma (sí también de El por conseguirlo, pero prioritariamente de ella por traspasarlo) y lo salpimentamos también con el placer físico que obtiene la sumisa como premio a su entrega...

¿No se trata la sumisión de un acto de egoísmo?

Ahí lo dejo.

Anastasia

domingo, 7 de junio de 2015

Y tú ¿cueces o enriqueces?

¿Y a ti te someten o te sometes? Hoy, haciendo eso que más me gusta, hablar de BDSM, alguien me ha preguntado, ¿y tú qué tipo de sumisa eres? ¿Fácil o difícil de someter? Y no he tenido ningún problema en responder que yo soy imposible de someter. A mí no me someten, soy yo quien se somete a quien se lo gana.

A mi interlocutor le ha parecido sorprendente la respuesta e insistía, te somete quien es capaz de hacerlo. No. Me someto yo, repito, ante quien es merecedor de tal premio y, sobretodo, ante quien veo capaz de corresponderme en la misma medida. (En breve entraré en la calidad egoísta de la sumisa, pero el tema da para un post propio que dejaré para otra ocasión).

El caso es que, por lo visto, es la primera vez que este caballero obtiene tal respuesta, a pesar de los muchos años que lleva en el asunto, y eso me ha llevado a comprobar, uuuuuna vez más, que soy un bicho raro.

Pero no he dicho ninguna tontería, ni tampoco ha sido un acto de pretensión u orgullo. Lo he comentado varias veces (y eso sí es orgullo). En los años que llevo en esto he pertenecido a cuatro Amos. Los mejores Dominantes, en todos los casos. Caballeros a quienes les debo lo que hoy soy, porque son ellos quienes convirtieron a una mujer en una Diosa...

Si bien ninguno de ellos me sometió. Les conocí, les estudié, me dí cuenta de que eran lo mejor para mí; es más, en todos los casos me dije: le has encontrado, nena; pero yo y sólo yo decidí regalarles mi sumisión y entregarme a ellos. Ninguno doblegó mi voluntad, ninguno me obligó a arrodillarme y ninguno con su mirada consiguió hacerme callar. Me temo que no ha nacido alguien capaz de eso. Mi voluntad la doblegué yo porque eso me producía placer, me arrodillé yo por la satisfacción que arrodillarme me brindaba y callé porque eso es lo que Ellos querían y me apetecía que se sintieran orgullosos de mí, sencillamente porque consideré que merecían ese regalo.

Otros lo han intentado, otros han querido que fuera suya, Caballeros igualmente Dominantes y muy fuertes, y no lo han conseguido. No me parecieron merecedores de mi entrega y no se la dí, o quizás pensé que no serían capaces de darme lo que yo necesito. Es así de simple.

Pero mi respuesta, indudablemente, es que yo me someto. ¿Y tú? Piénsalo.

Anastasia©